CIUDAD DEL ESTE (realidades, por Esteban Ross) Se estima que un árbol puede generar el efecto de 2 aparatos de aire acondicionado. Allí la importancia de recuperar nuestros bosques, y en áreas urbanas donde hacen falta Ese aire fresco que los árboles pueden darnos. Además les damos alimento a las abejas que son fundamentales para un equilibrio del medio ambiente ya que al obtener el alimento de las flores fomentan en las plantas la capacidad de fecundarse, actividad llamada polinización cruzada, con ésta, las plantas generan el oxígeno suficiente para la vida y además, aumentan el rendimiento en los cultivos…
“Desde principios del siglo XX ha habido una propensión a hacer ciudades cada vez con más pavimento, llenas de estructuras y edificios y sin grandes árboles. Esta es una visión muy urbanista, en la que el árbol es visto como un estorbo, porque mancha, quita la vista o puede ser peligroso (si se cae, si sus ramas crecen demasiado.)”, lamenta Susana Domínguez Lerena, directora del Máster de Ecología Urbana de la Universidad Internacional de la Rioja (UNIR).
Con ello no solo se consigue construir ciudades más grises, también fomentar un problema ambiental y de salud pública. “Los espacios verdes brindan múltiples servicios y son una apuesta importante para la habitabilidad de las ciudades, principalmente en escenarios de crecimiento de la población humana y cambio climático”, afirma Jonathan Lenoir, investigador del Centro Nacional de Investigaciones Científicas de Francia (CNSR) y autor principal de un análisis mundial sobre el riesgo del cambio climático para los bosques urbanos, publicado en septiembre en la revista científica ‘Nature Climate Change’.
“Los árboles y arbustos no solo brindan sombra, también refrescan activamente el aire. Cuando hay agua disponible para que transpiren a través de la fotosíntesis, son capaces de mover agua fría desde el suelo hacia la atmósfera y enfriar el aire bajo sus copas. Además, lo hacen gratis, en comparación con los costosos sistemas de aire acondicionado en los que invierten algunos municipios, mucho menos efectivos para mitigar el efecto de isla de calor urbano”, declara Lenoir. “Igualmente, los árboles capturan y absorben el dióxido de carbono emitido por el tráfico (un solo árbol puede almacenar hasta 150 kilos de CO2 al año), lo que contribuye a reducir la contaminación del aire; y mejoran el bienestar humano, pues se sabe que las áreas verdes, como los parques, reducen la presión arterial y las enfermedades mentales”.
En el estudio que ha liderado Lenoir se analizaron 3.129 especies de árboles y arbustos encontradas en 164 ciudades de 78 países, de cada una de las cuales se ha calculado su exposición, margen de seguridad -tolerancia media al cambio climático- y riesgo, en las condiciones climáticas actuales y futuras.
Por ejemplo, actualmente todas las especies forestales de Barcelona, Niamey (Níger) y Singapur exceden sus márgenes de seguridad; mientras que en Francia el aumento de las temperaturas pondrá en riesgo al 71% de las especies. “El calor excesivo y la falta de agua acercarán a muchas especies a sus límites de tolerancia. Eso afecta tanto a árboles urbanos como suburbanos, pero en las ciudades podría amplificarse por el efecto de isla de calor”, expresa el autor. Las especies más vulnerables son las que no tienen una amplia tolerancia a las altas temperaturas y la sequía, como el haya, el fresno o el roble pedunculado en Europa, cuyas hojas delgadas no tienen tanta capacidad de almacenar agua y sufren más el estrés por calor.
La importancia del árbol en el urbanismo de las ciudades adquiere hoy, Día Internacional contra el Cambio Climático, una relevancia especial. “Desde principios del siglo XX ha habido una propensión a hacer ciudades cada vez con más pavimento, llenas de estructuras y edificios y sin grandes árboles. Esta es una visión muy urbanita y urbanista, en la que el árbol es visto como un estorbo, porque mancha, quita la vista o puede ser peligroso (si se cae, si sus ramas crecen demasiado.)”, lamenta Susana Domínguez Lerena, directora del Máster de Ecología Urbana de la Universidad Internacional de la Rioja (UNIR).
Con ello no solo se consigue construir ciudades más grises, también fomentar un problema ambiental y de salud pública. “Los espacios verdes brindan múltiples servicios y son una apuesta importante para la habitabilidad de las ciudades, principalmente en escenarios de crecimiento de la población humana y cambio climático”, afirma Jonathan Lenoir, investigador del Centro Nacional de Investigaciones Científicas de Francia (CNSR) y autor principal de un análisis mundial sobre el riesgo del cambio climático para los bosques urbanos, publicado en septiembre en la revista científica ‘Nature Climate Change’.
La pérdida del arbolado urbano influirá también en la función que estas plantas juegan en el mantenimiento de la diversidad, la polinización, la alimentación animal, la dispersión de semillas, la regulación de organismos perjudiciales para los humanos (partículas, patógenos…), la prevención de la erosión y la fertilidad del suelo y el control hídrico.
Nos privaremos, además, de la inspiración que suponen para la cultura, el arte y el diseño y, mucho menos conocido, su sorprendente capacidad para reducir la delincuencia. Tras analizar 301 ciudades estadounidenses con poblaciones de más de 100.000 habitantes, los investigadores de un artículo publicado recientemente en la revista Cities observaron que cuanto mayor es el espacio verde en una ciudad, menor es el riesgo de delitos contra la propiedad (robos, incendios provocados, vandalismos y delitos violentos), si bien las causas de que esto sea así no están claras.