CIUDAD DEL ESTE (realidad fatídica, por Carlos Roa) En una reflexión de la periodista capitalina Mabel Renfeld, la misma hace una reflexión sobre fotos que muestran la crudeza de las terapias intensivas en algunos hospitales. Gente entre la vida y la muerte. Muchos de ellos jóvenes. Pacientes pronados, es decir, en posición decúbito “prona” como lo llaman los médicos (boca abajo), para ayudarlos a respirar. Mientras vemos a compatriotas peleando por sus vidas, los médicos batallando por las vidas ajenas y tratando de resguardar las suyas, es inevitable la rabia. Algunos comentarios en redes confirman las sospechas: La ausencia de educación y de lectura comprensiva, nos van a matar. Dan vergüenza las excusas que se ponen para no hacer lo mínimo que se pide.
No faltan quienes creen que es una conspiración de los gobiernos para combatir alguna guerra. Una pelea que nadie sabe quién está ganando porque el planeta entero se está enfermando, y cientos de miles falleciendo. Están también los que dicen que el coronavirus no existe, y son los más peligrosos. En este grupo han entrado selectos terrícolas: reyes, presidentes, primeros ministros, deportistas, actores, cantantes y alguno que otro intendente. Varios de ellos terminaron enfermos con lo cual confirmaron que el virus existe y que encima es prepotente; le calienta un pito la opinión de los incrédulos, igual los zarandea y de paso los ridiculiza.
Hay un tercer grupo que invoca la corrupción gubernamental. Que es cierta, que no es poca, que es irritante, escandalosa y miserable. Robar en tiempos normales es un delito, pero robar en tiempos de pandemia es criminal. Si, han robado, pero usar el robo gubernamental para buscarle una excusa a las responsabilidades personales es de #VYROS. Ellos seguirán #VIVOS, en toda la dimensión de la palabra, y nosotros enfermos… y quizá algunos muertos.
En el pasado hubo gente que le discutió al cinturón de seguridad y que se negaban a usarlo porque decían que podían decapitarnos y hasta desmembrarnos. Hubo también gente que le tuvo miedo a las computadoras, vaticinaban que nos quedaríamos ciegos por usarlas más de un par de horas al día, exigíamos protectores de pantallas o anteojos para usarlas. Es el año 2020. Los médicos nos piden que usemos tapabocas, que nos lavemos las manos con agua y jabón, y tomemos distancia lo más que podemos. Parece un vyroreí, pero tres medidas tan esenciales, básicas y primitivas son desafiadas y hasta groseramente discutidas como si fueran un descomunal sacrificio o una colosal hazaña. Estamos jugando una de las más peligrosas carreras contra la ignorancia y nos está ganando por basureada.
Es cierto que está en juego nuestro derecho a trabajar, reunirnos…¡nuestro derecho a vivir como queremos vivir! Pero para hacerlo, primero debemos garantizar lo primordial: la vida. El temporal ha llegado y el sector salud, el que está terminando sobrepasado y contagiado, implora porque adoptemos medidas. La vida no se garantiza colgándonos de excusas como lianas, gritando derechos como tarzanes ni desafiándola como simios.