CIUDAD DEL ESTE (reflexión, por Carlos Roa) Llegará el día que veras mi última vez en línea de WhatsApp, mi última foto, mi último estado, entrarás a Facebook y verás que no he estado activo, estarás pensando a lo mejor estará ocupado… por eso no tiene tiempo para las redes. Pero si seguramente algunos parientes correrán para ver qué sobró, qué hay para llevar, qué hay para decir, quiero un recuerdo de él, un ropero, una cama, una Tv, y muchas de las chicas vecinas y algunas parientes femeninas llegarán con el aullido de una gata borrallera, diciendo que bueno era. Demasiado chuli era, un buen tipo, unos cuantos vyroreí con soda, para ver si la madre de su finado muchacho se compadece y le dice “llevá ese equipo de sonido que mi hijo no usará”. Pero en vida, ni un coquito le hicieron llegar, allí donde todo hombre piensa en una mujer.
Pero lo que tú no sabrás es que estoy tirado en la calle sin respirar, con sangre por todas partes de mi cuerpo, con una ambulancia al lado que ha llegado por nada rodeado de gente diciendo: pobre muchacho está muerto… con policías a mi lado pensando en cubrir mi cuerpo, porque es lo único que se puede hacer, en ese momento recordarás un poco de cariño y tristeza por mí y recordarás las veces que te escribí cosas bonitas, las veces que te dije lo mucho que te amaba, pero para entonces será demasiado tarde, pero la última cosa que no sabrás es que… en ese preciso momento pensé en ti y no en la muerte. Pero seguramente no faltará algún buen corneta, ka´ure jeyma pea y ahí entra a tallar la irresponsabilidad del conductor del biciclo, que la muerte no llegó porque lo estaba buscando Don la Muerte y si la inoperancia, que muchos como este motociclista llegan al día final en alta velocidad, en estado etílico y en la egolatría de querer ser un Valentino Rossi y ahí llegó a rozar entre la vida y la muerte y hoy está ingresando a un sarcófago, su morada final. Pero bueno, caros lectores, la realidad de la vida y el desafío de algunos irresponsables conductores de motos. Amén!
