NACIONALES (redacción) En la batalla de Acosta Ñu en el marco de la Guerra de la Triple Alianza, aproximadamente 3.000 niños paraguayos enfrentaron a 20.000 soldados del ejército brasilero. El resultado fue una masacre, lo más cercano al infierno en la tierra. Es sin duda el mayor crimen de la historia militar americana entre las que se tienen registro y una de las más terribles batallas de la historia militar en el mundo que involucró a niños de entre 6 y 12 años. Con el historiador Sergio “Puche” Sanchez repasamos uno de los episodios más tristes de la historia del Paraguay.
“Es sin duda el mayor crimen de la historia militar americana entre las que se tienen registro y una de las más terribles batallas de la historia militar en el mundo que involucró a niños de entre 6 y 12 años”, empieza contando el entendido en la historia paraguaya.
Y es que la Triple Alianza cometió en suelo paraguayo los mayores crímenes que la historia militar americana tiene registrados. La documentación y los testimonios existentes son limitados, pero hoy día son innegables. Los vestigios del horror aún están presentes en la memoria del pueblo y sobre la tierra.
La batalla de Acosta Ñu ocurrió hace 154 años cerca de lo que hoy es la ciudad de Eusebio Ayala, en el centro de Paraguay. “El 16 de agosto de 1869 es posiblemente el día más triste de nuestra historia, por eso se dice que en Paraguay no se festeja el Día del Niño, se conmemora”, resalta Sanchez.
El 13 de agosto de 1869, luego de la caída de Piribebuy, lo que quedaba de nuestras fuerzas levantaron el campamento en Azcurra y se dividieron en dos columnas: en la primera iba el General Francisco Isidoro Resquin, el Mariscal López y la mayor parte de los soldados. La otra estaba liderada por el General Bernardino Caballero y varios veteranos, gran parte de la logística y la mayoría de los civiles; mujeres, niños, ancianos y heridos, lo que hacía que esta columna se moviera de forma más lenta.
La mayoría de los hombres adultos paraguayos ya estaban muertos, capturados o degollados, y debieron pelear adolescentes, mujeres y ancianos en el ejército para continuar la lucha contra la Alianza.
Desde los combates de Lomas Valentinas hasta Piribebuy el Ejército Enemigo no había perdonado la vida de civiles y de menores, por lo tanto y en vistas de que no había esperanzas de que se respetase la vida de cualquier paraguayo, muchos preferían pelear antes que rendirse.
La columna de Resquín y de López se va por Tobatí y cruza a Caraguatay (destino de ambas columnas), una vez que esta columna llegó a destino los argentinos tomaron Tobatí. La segunda columna al mando de Caballero busca otro camino, ese camino era Díaz Cue. Entraron por lo que hoy día es el distrito de Eusebio Ayala y ahí; en los campos de Acosta Ñú se encontraron con los brasileños que ya estaban sobre ellos, a Caballero no le quedó de otra que prepararse para combatir.
Y lo que siguió fue una carnicería. El Conde d’Eu, que en Piribebuy dio una muestra de todo el salvajismo que podía permitirle a sus soldados, atacó de frente con más de 20.000 brasileños a un grupo de heridos, niños, mujeres, ancianos y unos pocos veteranos; la cifra total de la columna era de entre 3.000 a 6.000 aproximadamente.
La Batalla
En el improvisado campo de batalla cruzaban 3 arroyos; el Ytú, el Jukyry y Piribebuy que corrían de manera paralela, sobre estos había unos puentes y lo que hizo Caballero fue preparar en cada puente su defensa, mientras en un puente se peleaba, él ya preparaba la otra defensa. Los paraguayos se defendían mientras retrocedían, el objetivo era que la mayor cantidad de gente pudiera huir y se logró de alguna manera, pero lastimosamente el resultado fue desastroso.
La batalla comenzó a las ocho y media de la mañana, con la primera oleada, en la defensa se colocaron todos los veteranos y soldados con experiencia, con algunos cañones, logrando rechazar una o dos veces los asaltos enemigos, estos fueron los primeros en caer.
Con el correr de las horas, las tropas paraguayas de diversas edades fueron cayendo inexorablemente frente a un enemigo superior en número y armamento, la mayoría de combatientes del lado paraguayo contaban con una edad de entre 14 y 15 años, habiendo entre estos también muchachos de 12 y 13 años, los veteranos de entre 16 y 50 años y le seguían los niños de entre 6 a 11 años.
La caballería brasileña hizo lo suyo, cruzar el río y hacer un devastador ataque contra la posición paraguaya, las tropas del general Caballero se defendieron utilizando la clásica formación en cuadros con bayonetas, aún así las tropas sufrieron grandes bajas.
La batalla terminó al borde de la serranía de Itakyty, en donde está el afluente del Pirity, donde fueron quemados también los niños y donde está hoy el monumento a los niños mártires.
Julio José Chiavenato, periodista e historiador brasileño nos cuenta en su libro “Genocidio americano; La guerra del Paraguay” que fue «una verdadera masacre: de un lado estaban los brasileños con 20.000 hombres, del otro, en el medio de un círculo, los paraguayos con 3.500 soldados de 9 a 15 años, no faltando niños de 6, 7 y 8 años».
También, el escritor e historiador paraguayo Andres Aguirre fue otro que utilizó los términos de exterminio y genocidio en relación a esta batalla: «La batalla comenzó por la mañana y terminó 10 horas después, con escasas bajas del lado brasileño y casi ningún sobreviviente del lado paraguayo».
«Los niños de 6 a 8 años, en el calor de la batalla, aterrados, se agarraban de las piernas de los soldados brasileños, llorando, pidiendo que no los matasen. Y eran degollados en el acto», escribió Chiavenato en su influyente libro.
Escondidas en la selva próxima, las madres observaban el desarrollo de la lucha, no pocas agarraron lanzas y llegaron a comandar un grupo de niños en la resistencia. Finalmente, después de un día de lucha, por la tarde, cuando las madres recogían los cuerpos de sus hijos y aún había heridos, los brasileños quemaron el lugar.
«El campo quedó lleno de muertos y heridos del enemigo, entre los cuales nos causaban gran pena, por el abultado número, los soldaditos, cubiertos de sangre, con las piernecitas quebradas, algunos de los cuales ni siquiera habían llegado a la pubertad»
“Aquella tarde, Gastón de Orleans (el conde D’Eu) aristócrata francés con vínculos maritales con la casa de los Braganza, marcó para siempre su huella en la Guerra Grande, repitiendo lo que había hecho en Piribebuy, matando, quemando y calcinando a los niños y sus madres que aún seguían con vida en los campos de Acosta Ñú”, cuenta Sanchez.
El horror no terminó allí, porque los brasileños “se quedaron tres días por la zona matando todo lo que había”, y por si esto fuera poco: El Nuevo Gobierno Legionario mandó colocar una cruz en homenaje a los brasileños caídos en la «batalla de campo grande» sobre el campo en donde los niños paraguayos fueron exterminados.
Los recursos ya eran escasos, Caballero ordenó que los niños pudieran comer una última ración de comida para aguantar la batalla; un puñado de maní ku’i, maíz y coco rallado.
4 futuros presidentes del Paraguay combatieron en Acosta Ñú, dos del lado de la alianza y dos por el lado Paraguayo; Bernardino Caballero (General de la defensa en Acosta ñú) 1880-1886, Emilio Aceval (niño sobreviviente de Acosta ñú) 1898-1902, Juan Walberto Gonzalez (medico paraguayo, tomado como prisionero en Uruguayana) 1890-1894, Juan Bautista Egusquiza (comandante de la legión en Acosta ñú) 1894-1898.
Los legionarios participaron en la batalla de Acosta Ñú, estos «Paraguayos» que habían dicho que la lucha era contra López y no contra el pueblo fueron los mismos que pelearon contra nuestros niños y sus madres en Acosta Ñu.