EL PERJUICIO DEL AGRONEGOCIO!!

POBLADORES PIDEN PRESERVAR HUMEDALES, RESPETAR LA FAUNA Y FLORA!

 

NACIONALES (Medio ambiente, por Esteban Ross) Los humedales y zonas boscosas del Paraguay están siendo sacrificados por los terroristas ambientales, que son exaltados como ejemplos del trabajo y el desarrollo por nuestras autoridades.

Una exposición esclarecedora sobre el impacto del agronegocio.

“Esta transformación brutal de la zona oriental y occidental del país, tiene consecuencias evidentes: pérdida de la fertilidad, desaparición de especies nativas y mayor exposición a fenómenos climáticos extremos”

“Nos enfrentamos a un modelo de desarrollo agroexportador que mata la posibilidad de vida en el presente y el futuro. Las olas de calor, que han batido récords en Paraguay, afectan directamente la salud de todos, pero especialmente de los pobres y de los más pequeños”

“la destrucción de la naturaleza no es solo un problema ecológico, sino una cuestión de derechos humanos y de justicia”.

“La crisis ambiental es tan grave que nuestro compromiso tiene que ser ahora, o no será. Y es una responsabilidad que nos toca a todos”

TIEMPOS Y TIEMPO DE DIOS (127). PARAGUAY EN EL COLAPSO CLIMÁTICO: ENTRE LA CODICIA Y LA URGENCIA DE ACTUAR

Oscar Martín, sj

En Paraguay, como en muchos países situados en el corazón de los continentes, vivimos de manera especialmente grave las consecuencias del cambio climático. Los últimos años lo estamos sintiendo de manera patente. Cuando se habla de crisis climática, solemos centrar la atención en los deshielos, las inundaciones, los huracanes o los grandes incendios.

Sin embargo, en el centro de América del Sur (Paraguay y la Amazonía), como en el interior de África y Asia, los efectos del cambio climático avanzan de manera especialmente implacable, golpeando con sequías extremas, olas de calor devastadoras y una alarmante pérdida de biodiversidad que hace que la vida humana sea cada vez más insostenible.

Pero la responsabilidad es principalmente humana. En Paraguay cada año desaparecen miles de hectáreas de bosques principalmente por causa de la soja y la ganadería extensiva. Poderosas corporaciones, con la venia de los gobiernos de turno, ven en el país un terreno fértil para la maximización de sus beneficios, cueste lo que cueste.

De ello no ha escapado ni el territorio chaqueño, que a pesar de su frágil ecosistema, está siendo materialmente arrasado para convertirlo en pastizales para la exportación de carne y soja transgénica. Esta transformación brutal de la zona oriental y occidental del país, tiene consecuencias evidentes: pérdida de la fertilidad, desaparición de especies nativas y mayor exposición a fenómenos climáticos extremos.

Este patrón se repite en regiones situadas en el corazón de África, como el Sahel, donde la desertificación ha avanzado sin freno, o en el corazón de Asia, como en grandes zonas de la India, donde las temperaturas récord y la falta de agua han expulsado a cientos de miles de campesinos. Las similitudes de estas dos regiones, especialmente áridas, con lo que comenzamos a vivir en Paraguay son extremadamente alarmantes. Lo doloroso de esto es que, aunque la ciencia ya lo haya advertido, el negocio de la soja y de la carne ha seguido adelante.

Nos lo dice claramente el Panel Internacional de Cambio Climático IPCC (2021-2022). Sus informes han sido contundentes: la crisis climática no es un problema del futuro, sino del presente. El calentamiento global, fruto de la acción humana, está a punto de alcanzar el punto crítico (de no retorno) de 1,5°C respecto a los niveles preindustriales.

El año 2023 ha sido el más caluroso registrado en la historia. El tema es que Paraguay por su continentalidad, está nada menos que en la línea de fuego de sus efectos. Y de esto tenemos que ser muy conscientes. Sequías, desertificación, olas de calor cada vez más largas, incendios y lluvias erráticas golpearán más y más el equilibrio de la vida en el país.

El reconocido científico climático Michael Mann señalaba que “la inacción climática no es un accidente, sino el resultado de una estrategia deliberada de quienes se benefician del status quo”. Esto es evidente en Paraguay, donde la falta de regulaciones ambientales y la complicidad del Estado con el agronegocio han permitido que la deforestación siga su curso, sin importar las consecuencias.

Mientras tanto, los pueblos indígenas, guardianes históricos de los bosques, son desalojados de sus tierras y criminalizados por resistir esta destrucción.

Nos enfrentamos a un modelo de desarrollo agroexportador que mata la posibilidad de vida en el presente y el futuro. Las olas de calor, que han batido récords en Paraguay, afectan directamente la salud de todos, pero especialmente de los pobres y de los más pequeños. El Papa Francisco, en su encíclica Laudato Si’, nos recuerda que “nunca hemos maltratado y lastimado nuestra casa común como en los últimos dos siglos”. Como en el resto del mundo, en Paraguay, la destrucción de la naturaleza no es solo un problema ecológico, sino una cuestión de derechos humanos y de justicia.

La crisis ambiental es tan grave que nuestro compromiso tiene que ser ahora, o no será. Y es una responsabilidad que nos toca a todos. Son urgentes políticas públicas que protejan nuestros recursos naturales y regulen con firmeza a las transnacionales del agronegocio. También se necesita un cambio de mentalidad y la movilización de la sociedad para exigir cambios, buscar alternativas sostenibles y dejar de normalizar un modelo de desarrollo que nos está llevando al colapso. Es necesaria la pacidad de precisión para que el Estado actúe con decisión e impida que el país siga siendo un laboratorio de destrucción ecológica.

La pregunta no es si queremos un futuro sostenible, sino si simplemente queremos un futuro. Porque lo que está en juego no es solo la vida de las generaciones futuras, sino la de los niños y jóvenes y la de los trabajadores que hoy recorren las calles buscando sustento para sus familias bajo el sol abrasador de un país que, por la sobreexplotación y la ambición de unos pocos, es cada vez más inhóspito e invivible. El tiempo de actuar es ahora

 

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