CIUDAD DEL ESTE. Por Carlos Roa. El fin de uno de los dictadores más sanguinarios de este planeta. El viernes 25 de noviembre, donde se anunció la muerte de Fidel Castro. Este personaje muchas veces en nuestro país se le compara con aquellos seguidores del Stronismo, que salen a defender, a decir sandeces por las radios o en oratoria política, cuando se ponen a bradar de que con el se vivía mejor y era lo máximo. Hoy día nos dimos cuenta que porqué se anuncia en algunos lugares del mundo, donde muchos están felices y otros acongojados. Aquellos que están bajo el efecto de la melancolía por la partida de este tirano es que ya tienen ya tienen el disco duro lavado e insertado un chip que Fidel Castro era el mejor para los cubanos. Sin embargo en esa isla la única cosa buena que hizo fue defender, en aquel entonces, cuando se hizo la invasión en la bahía de cochinos, que defendió contra el imperio americano. Cuando eso era un revolucionario, pero después se convirtió en un dictador, donde tiranizaba a su pueblo, no permitía elecciones, no permitía prensa libre, no permitía a sus ciudadanos salir del país, en fin, todos debían rendirle pleitesía, mientras él vivía rodeado de lujos, simulaba ser un personaje como el expresidente de Uruguay, Pepe Mujica, este sí vivía y vive con lo que tiene, pero Castro no.
La otra mala suerte que tuvieron los cubanos es que casi se concretó ese viejo adagio que se suele escuchar, no hay mal que dure 100 años, éste llegó hasta los 90. Muchos lo querían fuera del planeta hace mucho tiempo, incluso su hermana, Juanita Castro, exiliada en EEUU, dijo que no comparecerá al entierro de éste personaje que los medios manipulables le dieron protagonismo. Y lo peor de todo es que incluso después de su muerte sigue gobernando en Cuba, ya que su hermano, Raúl Castro, es quien hoy hace y deshace en la pequeña isla. Como siempre suele decirse, paraguayito ye´yma y realmente nos ocurre esta situación, se fue tembelo y ahora tenemos a un chupín como pupilo del dictador, pero más evolucionado por manejar mucho las lavanderías que están a su cargo, no importándole el pueblo, solo sus egocentricidades para hacerse alguna planchita o algún tratamiento corporal, como lo hacían en Joseph Coiffure, otra de sus lavanderías, no solo de cabellos, sino de dólares.