Los hijos modernos y los
problemas del siglo XXI
CIUDAD DEL ESTE (Educación, por Carlos Roa) Muchas cosas cambiaron en el mundo, la época y los avances tecnológicos, pero hay algo que se debe tratar que perdure y es importante fortalecer: la educación de los hijos y los valores familiares. Quieres ser un buen padre y te interesa ayudar a tus hijos para que tengan una buena educación y ser alguien en la vida y no una cosa, entonces lo primero que debes de hacer es nutrir su autoestima y darles las herramientas necesarias para poder triunfar.
Sin embargo esta situación hoy día casi no se da más. Algunos padres hoy en día les tienen miedo a los hijos. Les temen a sus lágrimas y frustración. Anteriormente el padre siempre era quien tenía la razón. Los hijos anteriormente respetaban más a los padres. Los padres ahora no tienen confianza cuando de criar a sus hijos se trata.
Ahora existe más democracia en las familias. En algunas ocasiones no se corrige al menor en el momento en que se cometió la mala acción. El pequeño ahora se puede llegar a sentir perdido porque no tiene límites o no tiene conocimiento de las normas. Antes se usaba la fuerza como correctivo. Ahora se usa el diálogo.
Los 4 excesos de la educación moderna que perturban a los niños: Cuando nuestros abuelos eran pequeños, tenían solo un abrigo para el frío del invierno. ¡Solo uno! En esa época de vacas flacas, ¡ya era un lujo tener uno! Precisamente por eso, el niño cuidaba de él como si fuera un tesoro precioso. En esa época bastaba la conciencia de tener lo mínimo indispensable. Y, sobre todo, los niños eran conscientes del valor y de la importancia de sus cosas.
Mucho ha llovido desde entonces, hemos acabado volviéndonos personas más sofisticadas. Ahora nos gusta tener varias opciones y queremos que nuestros hijos tengan todo lo que desean, y si es posible, aún más. No nos damos cuenta de que ese mimo excesivo ayuda a crear un ambiente propicio a los trastornos psicológicos.
De hecho, se ha demostrado que el exceso de estrés durante la infancia aumenta la probabilidad de que los niños desarrollen problemas psicológicos. Así, un niño sistemático puede verse empujado a activar un comportamiento obsesivo. Un niño soñador, siempre con la cabeza en las nubes, puede perder su capacidad de concentración.
Los cuatro pilares del exceso
Como padres, normalmente queremos dar lo mejor a nuestros hijos. Y pensamos que, si lo poco es bueno, lo mucho será mejor. Por tanto, implementamos un modelo de paternidad sobreprotectora, forzamos a los hijos a participar de una infinidad de actividades que, en teoría, les ayudan a prepararse para la vida.
Como si eso no fuese suficiente, llenamos sus cuartos con libros, dispositivos y juegos. En verdad, se estima que los niños occidentales poseen, de media, 150 juguetes. Es demasiado y, cuando es excesivo, los niños se ven sobrecargados. Como resultado, juegan superficialmente, perdiendo fácilmente el interés inmediato en los juegos y en el ambiente, no se les estimula a desarrollar la imaginación.
Payne resalta que estos son los cuatro pilares del exceso que forma la educación actual de los niños:
1 – Exceso de cosas.
2 – Exceso de opciones.
3 – Exceso de informaciones.
4 – Exceso de rapidez.
Cuando los niños están sobrecargados, no tienen tiempo para explorar, reflexionar y liberar tensiones diarias. Muchas opciones acaban corroyendo su libertad y les quitan la oportunidad de cansarse, que es el elemento esencial en el estímulo a la creatividad y al aprendizaje por descubrimiento.
Gradualmente, la sociedad ha ido corroyendo las cualidades que hacían que el periodo de la infancia fuera algo mágico, tanto que algunos psicólogos se refieren a ese fenómeno como la “guerra contra la infancia”. Basta pensar que, en las últimas dos décadas, los niños han perdido una media de 12 horas por semana de tiempo libre. Incluso las escuelas y jardines de infancia han asumido una orientación más académica.
Un estudio realizado en la Universidad de Texas revela que cuando los niños juegan con deportes bien estructurados, se vuelven adultos menos creativos, en comparación con los jóvenes que tuvieron más tiempo libre para crear sus propios juegos. En realidad, los psicólogos han notado que la forma moderna de jugar genera ansiedad y depresión. Obviamente, no es sólo que el juego sea más o menos estructurado, sino por la falta de tiempo.
La mejor manera de proteger la infancia de los niños es decir “no” a las directrices que la sociedad pretende imponer. Es necesario dejar que los niños sean niños, solo eso. La mejor manera de proteger su equilibrio mental y emocional es educar a los niños en la sencillez. Para eso es necesario:
– No llenarles de actividades extracurriculares que, a largo plazo, no les ayudan en nada.
– Déjales tiempo libre para jugar, preferentemente con otros niños, o con juegos que estimulen la creatividad, juegos no estructurados.
– Pasar un tiempo de calidad con ellos es el mejor regalo que los padres pueden dar.
– Crear un espacio tranquilo en sus vidas, donde puedan refugiarse del caos y aliviar el estrés diario.
– Garantizar tiempo suficiente de sueño y descanso.
– Reducir la cantidad de información, asegurándose de que esta sea siempre comprensible y adecuada a su edad, lo que implica un uso más racional de la tecnología.
– Simplificar el ambiente, apostando por menos juegos y asegurándose de que los que tienen realmente estimulen su fantasía.
– Reducir las expectativas sobre sus tareas, dejar que sean simplemente niños.
Recuerda que los niños tienen toda una vida para convertirse en adultos, así que de momento permite que vivan plenamente la infancia.