CIUDAD DEL ESTE (situación laboral, por Carlos Roa) El trabajo análogo es una especie de trabajo esclavo, mal remunerado y donde los empleados o funcionarios están sometidos a condiciones infrahumanas, como si no se tratara de seres humanos. En Paraguay los trabajos análogos se dispersan por todo el país, principalmente en las estaciones de servicio que aparte del trabajo forzado, no le dan siquiera protección, alimentación, los tratan como si fuesen esbirros de la sociedad. Uno de los casos más resaltantes es el de la estación de servicios de Barcos y Rodados, a cargo de la Sra. Elva de Caballero, con su pareja, el exfutbolista Raúl Vicente Amarilla, donde éstos desangran a sus empleados.
No les importa los derechos laborales, la señora es miserable en los sentidos de principios, la alimentación y la obligación de exigirles que formen parte de su religión. Y hasta ahora no fueron sancionados por el ministerio del Trabajo, y su encargado regional, abogado Julio Valdez. Ahora bien caros lectores, presten atención en esta historia, que nos narra casos como el de Mary Kibwana, keniana que sufrió la esclavitud moderna en Jordania, en muchos países se esconden detrás de oportunidades laborales condiciones que distan muy poco de la esclavitud, y es importante reconocer cuando eso sucede.
La modalidad de esconder la esclavitud moderna detrás de contratos de trabajo aparentemente normales es un tema al que debemos prestar atención, pues hay una delgada línea entre la esclavitud y las formas de trabajo más precarias en la actualidad. Hoy, a pesar de los esfuerzos de los Gobiernos y las organizaciones internacionales, en pleno siglo XXI la esclavitud continúa existiendo.
En el caso de Mary Kibwana, presentado en el documental Mucamas en el infierno de la serie ¿Por qué la esclavitud?, se trató de un empleo que consiguió fuera de su país como empleada de servicio doméstico y como resultado consiguió un tiempo en el infierno de la esclavitud, así como quemaduras en el 70% de su cuerpo y jornadas de trabajo de 18 horas con remuneración injusta y en condiciones infrahumanas.
Este tipo de situaciones se presentan, de acuerdo con expertos, por un conflicto que surge entre las constituciones de cada país nacionales que promueven el respeto del derecho al trabajo y, a la vez, reconocen la libertad de empresa y la búsqueda de mejores ganancias. Esta tendencia, sin embargo, es más común de lo que podríamos pensar.
Lo que para muchos significa tener trabajo es en realidad es solamente estar ocupado y, de no ser por una simple condición de “voluntariedad” de parte del empleado con su empleador, una persona puede quedar atrapada en trabajos que por muy poco podrían ser considerados esclavitud moderna.
Otro ejemplo que no podemos olvidar es la tragedia del edificio Rana Plaza en Daca, capital de Bangladesh, en 2013. Acogía unos 5.000 trabajadores que participaban del proceso de producción textil de marcas como Benetton, The Children’s Place, DressBarn, Mango, Monsoon , Inditex y Primark y el Corte Inglés. La edificación se derrumbó, no obstante las advertencias previas que se habían hecho, así como el evidente mal estado del inmueble que determinaron la muerte de 1.247 trabajadores al tiempo que 2.437 personas resultaron heridas.
También recordamos el caso de esclavitud en Colombia, en el que la ciudadana fue condenada a 13 años de prisión por el delito de trata de personas con fines de explotación bajo la modalidad de servidumbre, cuando puso a su empleada doméstica bajo condiciones de esclavitud y amenazas para que no pudiera abandonar su trabajo. Además, se vio obligada a pagar $632 millones para indemnizar a la víctima.
“Fue advertida que por dos meses no recibiría salario porque debía pagar con su trabajo los pasajes de Mitú a Bogotá, que oscilaban en el valor de $400.000. Haciendo aseo, accidentalmente rompió un plato decorativo de la casa y la señora manifestó que debía pagárselo, y que su valor era de $5 millones. Es decir, tendría que trabajar 20 meses bajo esas condiciones para poder pagar la pieza decorativa”, afirmó la fiscal del caso en audiencia.
O el caso de la señora Solange Ribeiro Correa, que trabajó 29 años en cárcere privado, en Brasil, y que hoy se liberó de los ambivalentes patrones del mal.