NACIONALES (Reflexión, tomado de la red) En un mundo donde la justicia a veces parece inalcanzable, esta es la desgarradora confesión de Lidia Cruz, una madre que tomó la ley en sus manos para proteger la inocencia de su hija. Una carta escrita en los últimos momentos de libertad, antes de enfrentar las consecuencias de su acto desesperado y brutal, nos muestra la fuerza de una madre y la desesperación que la llevó a cometer un acto extremo.
Me llamo Lidia Cruz y en este momento estoy viendo el noticiero, mientras espero en la sala del hospital que me quedó de paso… El estado clínico de mi hija es reservado, sé que la policía viene en camino y pronto ya no podré escribir, pues me esposarán. Aprovecho estos últimos minutos de libertad para confesar el asesinato del que pronto se me acusará. No pude evitarlo, al ver a ese mal nacido dañando la inocencia de mi hija, algo dentro de mi que no conocía, despertó. Noté su ausencia en el patio de mi casa y apurada, solamente guiada por mi instinto materno comencé a buscarla, encontré a unos cuantos pasos de la puerta de ese infeliz, el pequeño unicornio que le regalé para la navidad pasada, al verlo botado en medio del camino supe que algo no andaba bien, mi corazón comenzó a latir más fuerte de lo normal y dejé de escuchar el ruido de los coches, y de la gente… mi sentido auditivo se agudizó al 1000% , mi olfato olvidó todos los olores y solo reconoció el olor a su cabello y su sudor, mi princesa estaba muy cerca, yo lo sabía, seguí caminando y abrí la puerta que el despiadado en medio de su prisa olvidó cerrar con pestillo… entré, pasé por la cocina y tomé un cuchillo de carnicero, bajé las escaleras con la ligereza de una bailarina hasta llegar al sótano y al final de las escaleras tomé un hacha que estaba puesta en la pared… esa hacha lleva las iniciales de ese malviviente, pues ha sido bombero toda su vida – vaya contradicción – volteé hacia izquierda y en medio de la oscuridad pude ver su espalda y escuchar sus asquerosos gemidos mientras tapaba con fuerza la boca de mi hija, recuerdo con rabia cuando le dijo…
– “No te muevas, porque te va a doler más”.
Mi pequeña lloraba de forma tan desgarradora y él le decía: “serás mi novia ahora, serás mi mujer, pequeña”
Todo eso mientras me acercaba en silencio, de pronto solo recuerdo que todo sonido se ausentó y en mi cabeza una explosión, que me hizo dar un golpe certero con el filo del hacha justo en la parte media del cráneo de ese hombre, y el cuchillo que llevaba en mi mano izquierda se lo clavé una y otra y otra vez en su espalda… mientras caía hacia atrás vi sus ojos y noté que me reconoció… cayó por fin al suelo y mi pequeña pudo descansar en mis brazos de aquel dolor penetrante, noté que temblaba y entre su llanto desgarrador pude entender que estaba viva, pero marcada para siempre… la tomé en mis brazos y sentía cómo la sangre de sus piernitas manchaba mi ropa, la cobijé porque estaba desnuda, y como un bebé, la saqué de aquella casa, pero creo que por mi prisa olvidé cerrar la puerta, bueno creo que ya lo encontraron… dicen que fue un crimen sangriento y atroz, en fin, subí a mi princesa al coche y conduje a este hospital… me atendieron inmediatamente, les dije lo que había pasado, así, tal cual, ellos llamaron a la policía para seguir con el proceso. Solo quiero decir que sí, fui yo, yo lo maté, lo hice por salvar a mi hija, lo hice por salvar a más niñas de pedófilos como él. Y si quieren saber si lo volvería hacer, la respuesta es sí, lo haría con cualquier pedófilo que se cruzara por mi camino, porque soy una buena madre, UNA MADRE ASESINA.