CIUDAD DEL ESTE (Reflexión, por Redacción) Un día recordarás cada una de esas veces en las que intenté dialogar contigo desde lo más profundo de mi corazón, buscando una conexión, una solución, y no quisiste escucharme. Recordarás todas las veces que te hablé con honestidad, que te hice saber cuánto me dolía tu actitud, y aun así, elegiste ignorarme como si mis palabras no importaran.
Vas a recordar esos momentos en los que te advertí que me estabas perdiendo, esas veces en las que traté de mostrarte que nuestra relación estaba resquebrajándose, y lo tomaste a la ligera. Pensaste que siempre estaría ahí, como si nada pudiera cambiar, y te equivocaste. Recordarás lo mucho que hice por ti, todo lo bueno que di de mí misma sin esperar nada más que un poco de reciprocidad, y te arrepentirás de no haberlo valorado cuando tuviste la oportunidad.
Volverá a tu memoria cada una de las ocasiones en las que me doblegué ante el orgullo, cuando preferí ceder, aun sabiendo que no tenías razón, solo por salvar lo que teníamos. Te vendrán a la mente mis besos, esos que llevaban implícito todo mi amor por ti. Vas a extrañar mis caricias, mis abrazos llenos de consuelo, y la forma en que mi risa iluminaba los momentos difíciles. Recordarás también mis detalles, esos pequeños gestos que hacían cada día especial, y mi mirada, esa que te buscaba en silencio con la esperanza de que me entendieras sin palabras.
Vas a recordar mi manera de cuidarte, de atender cada una de tus necesidades, de mostrarte mi amor en los actos cotidianos. Incluso recordarás mis bromas, mi picardía, e incluso esos momentos que tú etiquetaste como “toxicidad,” porque yo simplemente me negaba a aceptar lo que no era justo, a mirar hacia otro lado cuando errabas y pretendías que nada pasaba.
Te di prioridad, siempre fuiste lo más importante para mí. Puse tu bienestar por encima del mío, y sin embargo, yo nunca fui tu prioridad. Esa verdad te pesará. Será como un eco constante cada vez que te enfrentes al silencio que ahora llena el espacio donde yo solía estar. Porque cuando alguien deja de hablar, de pedir atención, de intentar… es porque ha llegado al límite, porque se ha rendido, no por falta de amor, sino por falta de esperanza.
Quizás en algún momento llegaste a creer que me amabas a tu manera, pero esa manera no era suficiente para mí. No quiero un amor a medias, no quiero quedarme en un lugar donde el amar se vuelve un peso en lugar de una alegría. Recordarás todo lo que hice para quedarme, las veces que luché con todas mis fuerzas por mantenernos unidos. Pero también vas a recordar, con claridad, todo lo que hiciste para que me fuera, cómo tus decisiones me empujaron a soltar aquello que tanto quise salvar.
Y entonces, cuando te enfrentes a esa ausencia, cuando sientas el vacío de lo que éramos, me vas a echar de menos. Recordarás lo que significaba tenerme, pero para ese entonces, será demasiado tarde.