CIUDAD DEL ESTE (Salud, por Carlos Roa) El pandemónium del Virus Corona COVID – 19 conocido en el laboratorio de los grandes científicos, que hoy azota a todo el mundo y lo tiene en jaque para que unos cuantos grandes granujas pueden enriquecerse a costas del ser humano, en una guerra comercial entre China y EEUU, según se entiende de las publicaciones hechas por muchos entendidos y expertos virólogos. Rastreando informaciones por todo el mundo, llegamos a la conclusión que esto es una guerra química entre grandes potencias como ser EEUU y China. Por un lado, múltiples publicaciones en redes sociales aseguran que el coronavirus que surgió a fines de 2019 en China fue creado y patentado en Estados Unidos, e incluyen información de patentes a modo de prueba. Sin embargo, esto es falso, según los americanos: aunque dichas patentes existen, dicen que no corresponden al nuevo virus. Por otro lado, indagamos que el aparato propagandístico del Partido Comunista Chino imposibilitó que el mundo y su población supieran qué ocurría con el COVID-19, el virus que ya mató a miles de personas en todo el planeta.
“¿Cuál es el costo de las mentiras?”. La frase, densa, es atribuida al científico ruso especializado en química inorgánica Valery Legasov. Li Wenliang fue el primer médico chino en alertar a otros siete colegas sobre el peligro que implicaba el coronavirus cuando el mal siquiera tenía todavía un nombre asignado (COVID-19). Compartió la información luego de que siete pacientes suyos fueran diagnosticados con una enfermedad similar al SARS en Wuhan, epicentro de la creciente epidemia. Relató los síntomas que observaba y los graves peligros que implicaba el nuevo microorganismo.
Era el 30 de diciembre pasado y Wenliang sabía que lo que acababa de confiar a su círculo de médicos más cercanos podría costarle caro. Así fue. Cuatro días pasaron y fue citado a una central de policía donde lo acusaron formalmente de “perturbar el orden público” con sus comentarios… “falsos”. Lo obligaron a retractarse y a comprometerse a no volver a hablar del tema. “Entendido”, firmó al pie. El aparato de medios estatal comenzó a llamarlos como “los ocho chismosos” para denigrarlo tanto a él como a sus amigos profesionales. Una semana después, mientras atendía a una mujer con un glaucoma, se contagió el virus del que no tenía permitido hablar. El jueves 6 de febrero murió. Cuando la historia vio la luz, millones de chinos reivindicaron la memoria de Wenliang y su trabajo en las redes sociales hipercontroladas de China. Al mismo tiempo fustigaban al régimen por las mentiras, el ocultamiento y la censura.
Entonces vemos que existe una guerra de dimes y diretes entre las grandes potencias, buscando adjudicarse cada uno las responsabilidades sobre el nuevo virus. Sin embargo, lo que el ciudadano común ahora debe saber son los métodos de prevención, que son básicas y simples: Mantener una higiene básica es la forma más eficaz de evitar contraer este virus en los lugares en los que existe un mayor riesgo de transmisión, fundamentalmente las zonas del planeta en las que se han registrado casos. Es conveniente lavarse las manos con frecuencia y evitar el contacto con personas ya infectadas (engripadas), protegiendo especialmente ojos, nariz y boca. A quienes estén infectados, se les aconseja el uso de mascarillas y usar pañuelos para cubrirse la nariz y la boca cuando se tose o se estornuda. La mascarilla tiene una vida útil de cuatro horas y hay que cambiarla. Los síntomas: Secreción y goteo nasal. Tos. Fatiga. Dolor de garganta y de cabeza. Fiebre. Escalofríos y malestar general. Dificultad para respirar (disnea).