CIUDAD DEL ESTE (Historia o cuentos?, por Carlos Roa) Mirando el margen de un monitor, donde tenemos hoy día la actualidad mundial de internet, aprendimos muchas cosas que Cristóbal Colón no era español y tampoco descubrió América. Porque dicen que cuando vino ya había chinocos y portugueses procreándose, lo que significaría que no descubrió América. En la escuela cuentan cualquier cosa, que días pasados en un examen solo el 30% pasó, el resto aplazado. Ahora relataremos una fecha conmemorativa que se festeja en Paraguay el 12 de junio, la paz del Chaco de 1935.
Sin embargo la realidad es el 21 de julio de 1938, día en que se firmó en Buenos Aires el Tratado de Paz y Límites con Bolivia. Pero, paralela y silenciosamente, se entregaron enormes extensiones de territorio paraguayo a Brasil (zona del Jaurú) y a Argentina (zona del Pilcomayo). En la presidencia del Paraguay estaba el asqueroso legionario Félix Paiva, que insultaba a Emiliano R. Fernández llamándolo “poeta ñanaindý”. Paiva odiaba a Emiliano porque este gran poeta lo acusaba de legionario, traidor al Paraguay y a sus mártires. Con autorización de Félix Paiva se firmó la entrega del Chaco. Sin embargo, una de las principales calles de Asunción lleva el nombre de ese traidor.
La comitiva de legionarios enviados desde Paraguay para entregar el Chaco a Bolivia estaba compuesta por el “historiador” Efraím Cardozo y el “intelectual” Cecilio Báez, entre otros (dicho sea de paso, una ciudad paraguaya lleva el nombre del traidor Cecilio Báez). Las tumbas de miles de paraguayos muertos en defensa de nuestro país quedaron en territorio boliviano. En los papeles perdimos toda la región de Villamontes y del Parapití.
El gobierno dijo que el Tratado era una “victoria” para el Paraguay. La prensa mentirosa como siempre justificó la firma del Tratado y la propia Iglesia Católica, por orden del masón Arzobispo Juan Sinforiano Bogarín, se encargó de predicar en cada capilla que ese Tratado de entrega del Chaco a Bolivia en realidad no era una entrega. El gobierno, la Iglesia y la prensa se unieron para tratar de convencer al pueblo paraguayo de que no se estaba cometiendo ninguna alta traición a la Patria con la firma del Tratado del 21 de julio de 1938. De ahí viene la frase “opá la guerra, paíma heí”. Lo que ganamos en tres años de guerra se perdió en tres años de “diplomacia” (33).
José Félix Estigarribia aún era, para la mayoría, el conductor victorioso del Ejército Paraguayo durante la Guerra del Chaco. Era el héroe. En 1938 estaba desempeñando labores como Embajador de Paraguay en EE.UU. Y desde ahí vino, llamado por las logias masónicas que le ordenaron pusiera su firma en el Tratado traidor. Estigarribia era masón, y aunque no quiso firmar algo tan asqueroso, al ser miembro de la masonería no podía desobedecer esa orden. Una orden directa de los masones nivel Illuminati que ningún masón paraguayo, aunque quisiera, podría rechazar. Ese es el precio de pertenecer a la masonería: la pérdida de la libertad de conciencia y la pérdida del derecho a tomar decisiones propias.
Con esa jugada los masones, previendo cualquier posible rebelión futura de Estigarribia, consideraron que quemaron para siempre la imagen del Comandante del Chaco. La idea era sacarle a Estigarribia toda autoridad moral y credibilidad, sabedores de que pronto saldrían a la luz muchas pruebas que harían condenable eternamente dicho Tratado. Y Estigarribia, contra su voluntad y contra su conciencia, firmó. ¿Podría él seguir viviendo tranquilo después de cometer semejante infamia, aunque no haya querido? Siempre tratan de engañarnos con la historia, porque hasta hoy día nos tratan como un país pobre en educación y la mayoría analfabetos reforzados. Al decir una cosa, mientras la realidad es otra.