CIUDAD DEL ESTE (Reflexión, por Tío Talo) El cuello me dolía mucho, entonces dejé de usar ropa apretada, cambié de silla, compré fajas ortopédicas, hice yoga, pilates, visité quiroprácticos y médicos de todo tipo… pero el dolor seguía. Era un peso, una carga, una molestia constante que no me dejaba dormir y, a veces, hasta me costaba respirar.
—¿Y qué hiciste?
Una sabia mujer me dijo que ese dolor era porque llevaba cargando demasiado durante demasiado tiempo.
—¿Cómo supo eso?
Con solo mirar mi columna, tensa y comprimida, con solo sentir mi piel desnuda bajo sus manos viejas y ajadas, ella lo supo.
—¿Y qué te dijo?
Me miró fijamente y dijo: “Has cargado tantas presiones durante años, tanto dolor, tanto rencor, que has perdido la cuenta. Cargas con el peso de tu mundo y del de los demás…”
Entonces, exhalé. Solté el aliento que había estado reteniendo por más de dos décadas.
—¿Te dijo cómo curarte?
Ella tomó mis manos en las suyas, esas manos de anciana llena de sabiduría. Me hizo bajar las manos, soltar los hombros, levantar el mentón. Se paró detrás de mí y, acercándose suavemente a mi oído, dijo:
“No todo es tu culpa.”
“No todo es tu responsabilidad.”
“No puedes hacerlo todo.”
“No puedes solucionarlo todo.”
“No tienes que aceptarlo todo.”
Lágrimas gruesas comenzaron a rodar por mis mejillas, como cristales rotos. Hubo un momento en que sentí que lloraría sangre de tanto dolor acumulado. Pero, poco a poco, mis hombros regresaron a su sitio, mi cuello se relajó, mi espalda se irguió como no lo hacía en años. Escuché cómo mis huesos emitían un crujido tenebroso.
El peso del mundo descendió de mis hombros. Los dolores del pasado se desplomaron al piso, y con ellos, construí el primer escalón de mi nueva vida.
—¿Te dijo algo más?
Con sus ojos sabios y expectantes, me dijo: “Hay dolores que se cargan en el corazón y no hay forma fácil de liberarlos. Aprende a soltar el pasado, o terminarás ahogando tu futuro. Recuerda que la falta de perdón lastima más al que no perdona que a nadie más.”
