CIUDAD DEL ESTE (Reflexión, por Magenta López) Arranca otro año escolar y con él la psicopatía y la locura de los adultos, las calles saturadas de vehículos de personas que tratan de llegar a las escuelas de sus hijos y luego ir corriendo al trabajo, en el camino se compra la chipa, el cocido, ay no! El nene se olvidó la toallita, la cartuchera! Es pegar media vuelta, ir a recoger lo que se quedó y otra vez tirarse a la aventura de llegar a tiempo, no chocar en el camino, no pelear con otros conductores y otra vez, llegar a tiempo!! Y no es suficiente parar frente a la escuela, con los otros cientos de vehículos y dejar ahí a los hijos tirados, no es parar a dos cuadras para no entrar en el embotellamiento y decirle, daleee andá que ya es tarde! Es necesario calmarnos, parar el auto en un lugar seguro, bajarnos con los hijos y si ya son medio grandecitos, séptimo grado tal vez, dejarles que vayan solos, y si son menores que eso es necesario ver que lleguen hasta la clase y a los más pequeños acompañarlos hasta el aula y cerciorarse de que la profe o el profe ya estén en aula.
Ya pasó la época de tener a los niños como animalitos que no entienden nada y por eso no se les explica ni se les cuenta nada, hay que hablar, hay que mentalizarles, hay que explicarles, darles seguridad, es nuestra única tarea como padres, obvio, además del mantenimiento y otras cosas que finalmente son impuestas por la sociedad, nuestra tarea real como padres humanos es criar niños humanos capaces de entender el mundo en el que están y desarrollarse sin miedos. A los pequeños se les habla, se les explica, “acá te quedas con la profe y yo te busco a la salida”, o le decís quién le va a recoger a la salida y de donde, no podés irte con otra persona, solo yo o fulano te vamos a buscar, no salgas de la clase sin permiso, si necesitas algo hablale a la profe, ella te va ayudar, y ponerle en la mochila todo lo que pueda necesitar, papel higienico si estornuda o quiere ir al baño, toallita para secarse la mano o la cara si se lava o suda, cartuchera, cuaderno, una botellita de alcohol que en estos tiempos se volvió indispensable, en una hojita en un lugar donde el niño sabe, tener anotado el número de mamá, de papá, de la abuela, de la tía, de alguien a quien la profe pueda llamar rápidamente si al niño le da diarrea, si se cae y se rompe la boca, la cabeza, o si simplemente no puede parar de toser y estornudar, y pueda decirle profe llamale a mi mamá, este es su número. También a los pequeños que no deben ir con los más grandes, que no deben aceptar regalos de otros niños mayores ni estar a solas con ellos, los pequeños con los profes, siempre.
Es necesario hablar y brindar a los pequeños la seguridad que necesitan para afrontar solos una mañana o una tarde lejos de casa, lejos de sus comodidades, con sus iguales que también son incapaces de resolver y actuar rápidamente, nosotros podemos darles el poder de solucionar aunque sea eso que está a su alcance, pero si a un niño de prescolar, primer grado, segundo grado e incluso tercer y cuarto grado le tirás frente a la escuela y no le decís nada más que “ándate a tu clase” el niño está perdido, temeroso y con ganas de salir corriendo a casa.
Debemos tomarnos el tiempo de explicar y asegurarnos de que hayan entendido, ser el soporte que necesitan para estar a gusto en la escuela y que la profe pueda hacer el trabajo de enseñarles y ellos realmente puedan aprender, pero un niño que tiene la angustia de no saber quién le va a buscar, si tiene miedo de que cuando llegue la salida no venga nadie, si tiene miedo de pedirle ayuda a la profe, de avisarle que quiere ir al baño, si no sabe cuál es su clase y se pierde antes siquiera de empezar la jornada, es un niño que va a estar distraído y angustiado y definitivamente aprender es lo último que hará.
Tal vez no salvemos el mundo, pero podemos hacer que el mundo de nuestro pequeño y los no tan pequeños sea un lugar más acogedor, tal vez con estas simples acciones se eviten cosas tan horribles que ya han sucedido en las escuelas, abusos entre menores, raptos de niños a la salida porque le vino a buscar cualquiera, accidentes por que el niño no se animó a pedir ayuda a la profe para ir al baño o un niño llorando por los pasillos porque no sabe cuál es su clase y su papá le bajo enfrente a la escuela, un niño que tuvo miedo y en vez de entrar, siguió derecho creyendo conocer el camino a casa y se pierde en la ciudad. Los menores no miden el peligro, es nuestra responsabilidad.