INTERNACIONALES (por Carlos Roa) Es uno de esos días que más que celebrar se homenajea. Y como ocurre con este tipo de ‘celebraciones’, recuerda un momento trágico de la historia. En este caso, cinco manifestantes acabaron condenados a muerte. Esta es la historia del 1 de Mayo.
Al igual que ocurre con otras fechas importantes, el 1 de mayo no es una celebración . El Día del Trabajador (o Día del Trabajo, o Fiesta del Trabajo, o Primero de Mayo) es un gran homenaje a una de las luchas sindicales más importantes de la historia, gracias a la cual los trabajadores tienen derechos que hoy se consideran tan básicos como una jornada laboral de ocho horas. El año 1886 puede parecer lejano, pero lo cierto es que no hace tanto desde aquellas protestas que hicieron que las ocho horas laborales fueran una constante.
Para entender por qué se ‘celebra’ (o, más bien, se conmemora) el Día del Trabajador cada 1 de mayo hay que trasladarse hasta el Chicago de finales del siglo XIX. El 1 de mayo de 1886, numerosos trabajadores, anarquistas, sindicalistas y socialistas se pusieron de acuerdo para convocar una serie de protestas con el fin de exigir una reducción de las largas jornadas laborales, que en Estados Unidos sólo contaban con una prohibición: por aquel entonces, una persona no podía trabajar más de 18 horas seguidas sin causa justificada.
El 1 de mayo de 1886, más de 35.000 trabajadores abandonaron sus puestos de trabajo y salieron a las calles; otros miles se fueron uniendo en los días posteriores. Pero fue en la protesta de la planta de cosechadoras McCormick donde estalló la violencia el 3 de mayo: para contrarrestar las protestas, la Policía abrió fuego contra los huelguistas, con el fin de proteger a los esquiroles que querían retomar el trabajo. En aquella operación policial murieron al menos dos personas, según recoge la Enciclopedia de Chicago.
La brutalidad policial impulsó una respuesta coordinada por parte de los sindicatos y trabajadores, que convocaron una manifestación en la plaza de Haymarket de Chicago para el 4 de mayo. El alcalde de la ciudad, Carter Harrison, declaró ésta una protesta pacífica, e incluso llegó a asistir como mero espectador.
Ahora bien, cuando Harrison y gran parte de los manifestantes se desplegaron, llegó un equipo policial de cerca de 200 agentes para dispersar a los que quedaban. Fue en ese momento donde alguien, un individuo aún no identificado, lanzó un artefacto explosivo que provocó la muerte instantánea de un policía. La reacción policial tampoco tardó en llegar: abrió fuego contra los allí presentes: se estima que unos 60 agentes y entre 30 y 40 civiles resultaron heridos, y que entre cuatro y ocho manifestantes murieron.
De las protestas de Haymarket a los mártires de Chicago
Después de esto, la Policía detuvo a cientos de personas, aunque nunca se llegó a averiguar la identidad de quien lanzó la bomba en la protesta. Entre todos los detenidos, fueron ocho destacados anarquistas los que fueron juzgados. El juez encargado del caso, Joseph E. Gary, leyó la sentencia decidida por los 12 integrantes del jurado: ocho culpables, siete condenados a muerte. A día de hoy, el juicio contra los anarquistas de Haymarket es considerado uno de los peores errores judiciales de la historia de Estados Unidos.
Con el tiempo, a dos de los condenados se les conmutó la pena, pero siguió vigente la pena capital para otros cinco acusados, que pasaron a la historia como los mártires de Chicago: George Engel (50 años), Adolph Fischer (30 años), Albert Parsons (39 años), August Vincent Theodore Spies (31 años) y Louis Lingg (22 años). Todos salvo Parsons eran alemanes; Fischer, Parsons y Spies eran periodistas, mientras que Engel era tipógrafo y Lingg, carpintero.
El más joven de todos, Louis Lingg, prefirió no esperar y se suicidó un día antes de su ejecución. El 10 de noviembre de 1887, sobre las 9:00 de la mañana, Lingg encendió un cigarro en su celda y todo explotó: el cigarro contenía explosivos. Tras varias horas de agonía, Lingg acabó falleciendo. La hipótesis más extendida es que fue un suicidio; sin embargo, también hay quien cree que fue asesinado.
Un día después, el 11 de noviembre, el resto de los condenados fueron ahorcados. Los cadáveres de los cuatro anarquistas fueron entregados a sus familiares y amigos para que pudieran ser enterrados. El entonces alcalde de Chicago, John A. Roche, permitió que se celebrara una procesión fúnebre hasta las tumbas de los anarquistas, siempre que no hubiera demostraciones partidistas, música ni banderas. Las restricciones impuestas al cortejo fúnebre, no obstante, no se cumplieron: durante el entierro hubo cintas rojas y la banda sonora del servicio fue la Marsellesa.
En 1893, se levantó en el cementerio de Forest Home un monumento en homenaje a los mártires de Chicago, que representa a una mujer sobre un trabajador caído. Bajo ellos, se puede leer una cita que se atribuye a Spies, que la habría pronunciado poco antes de ser ejecutado: “Llegará el día en que nuestro silencio será más poderoso que la voz que hoy estás estrangulando”.
Desde las protestas de Haymarket hasta la conmemoración del Día del Trabajador no pasó mucho tiempo. En 1889, fue la Segunda Internacional, una federación formada por partidos socialistas y laboristas coordinados, la que designó el 1 de mayo como día de apoyo a los trabajadores, en recuerdo de todo lo que había ocurrido en la plaza de Haymarket de Chicago.
Los primeros países en adoptar el Primero de Mayo como Día del Trabajo fueron, lógicamente, Estados comunistas, entre ellos la propia URSS. En Estados Unidos, por su parte, era considerado un día de celebración comunista, por lo que en 1955 el entonces presidente, Dwight D. Eisenhower, designó el 1 de mayo como Día de la Lealtad; allí, el Día del Trabajo tiene lugar cada año el primer lunes de septiembre; eso sí, es uno de los pocos festivos que disfrutan todos los estados, sin excepción.
En Europa, donde el 1 de mayo se había relacionado históricamente con la celebración de la llegada de la primavera, se fue sustituyendo este carácter estacional por el homenaje al Día del Trabajador gracias al impulso de los movimientos obreros. En Alemania, el Día del Trabajo se convirtió en festivo nacional en 1933, tras al ascenso al poder del Partido Nazi, tal y como recoge la Enciclopedia Britannica. Irónicamente, al día siguiente el país germano abolió los sindicatos libres, poniendo fin (entonces) al movimiento obrero alemán.