DESCONFIANZA CRECIENTE HACIA LA LABOR POLICIAL
CIUDAD DEL ESTE (Policiales) La suspicacia: según la definición del diccionario, que es propenso a sospechar o ver mala intención en lo que dicen o hacen los demás. Hoy día es justamente lo que siente la ciudadanía paraguaya al referirse a una institución centenaria que es la Policía Nacional. Desde hace más de seis décadas se viene arrastrando este mal que utiliza la Policía como matriz para salir a recaudar o hacer su dinero fácil en nuestro país. Muchos dicen que en tiempos del stronismo estos eran mejores, pero es pura mentira, nos tenían con las manos atadas, hacían lo que querían, torturaban a quienes les parecía y se pasaban coimeando con delincuentes, como carteristas, descuidistas, ladrones domiciliarios, estafadores, que se les obligaba a rendir pleitesía los fines de semana con un canon para los jefes de secciones de la Policía.
En tiempos otroras al agente policial se le respetaba más, los festejos del 30 de agosto, Día del Agente Policial, eran fechas solemnes, sin embargo, después de la caída de la dictadura, la imagen del policía cayó prácticamente en picada, porque cada vez más escándalos se registraron sobre la corrupción policial, que estaba en todos los ámbitos y todas las esferas, desde la comandancia hasta la última subcomisaría de algún rincón alejado del país. Negociados con combustible, con las poliguardias, y por supuesto, aliados a los delincuentes, ladrones, asaltantes, bandidos de guantes blancos, narcotraficantes, en fin, asaltantes de toda laya, que actúan en connivencia con la Policía. Claro, no todos los uniformados son corruptos, algunos honran el uniforme, sin embargo, hay una mayoría que sólo ingresa a esferas policiales para hacerse de dinero, a como dé lugar.
Es ahí donde despierta la suspicacia de la ciudadanía, porque aquellos que deberían ser nuestros servidores, protectores contra la delincuencia, son los que están aliados con los criminales, dejando a la ciudadanía indefensa ante el acoso de los marginales. Quizás hoy día ya no sean torturadores, como en tiempos de la dictadura, sin embargo, el efecto colateral contra la ciudadanía es aún peor, porque no hay seguridad y la gente ya no sabe a quién recurrir. El actual gobierno es igual o peor que los anteriores, con un ministro del Interior totalmente incapaz, como lo es Pancho de Vargas, y un comandante, Crio. Críspulo Sotelo, inoperante, incompetente y ñe´ereí, que no hace absolutamente nada en beneficio de los ciudadanos.