CAACUPÉ (Enviado Especial) A unos 50 kilómetros al este de Asunción, capital de la República del Paraguay, se halla Caacupé. Esta encantadora ciudad, de poco más de 20.000 habitantes, durante los primeros días de diciembre acapara la atención de todo el país que rinde su tributo a la “Virgen Azul, Patrona del Paraguay”.
Caacupé, que en guaraní significa “detrás del bosque de yerba”, es el principal centro de peregrinación paraguayo. Inaugurado el 8 de diciembre de 1765, es el santuario de la Virgen María, bajo la advocación de Nuestra Señora de los Milagros de Caacupé, consagrada como la Patrona y Señora Protectora de la República del Paraguay.
La fiesta patronal es el 8 de diciembre. Cada año, la tradición popular comienza con nueve días de anticipación, durante los cuales se reza el rosario, las campanas de la Iglesia en la hora cero acompañados de las estruendosas explosiones de bombas, cohetes, fuegos artificiales, etc., como anuncio del inicio de la Fiesta Patronal. En la vigilia hay bailes típicos como “las galoperas”, grupos folklóricos, alguno de ellos con arpa paraguaya y se corona con la tradicional Serenata a la Virgen donde los mariachis ingresan al lugar cantando Las mañanitas. Los devotos acompañan este canto, de esta manera especial, saludan y homenajean a la Virgencita Azul.
Basílica menor
Los fieles católicos de Paraguay recibieron el pasado mes de junio de 2015 un regalo especial: el papa Francisco, en su visita pastoral a Paraguay, elevó la iglesia del santuario de la Virgen de Caacupé a la categoría de Basílica menor. El Papa ofició ahí su primera misa multitudinaria en el país, en la que destacó el coraje de la mujer paraguaya.
El título de Basílica “menor” se le da a las que están fuera de Roma, donde están las “mayores”.
El Vaticano establece varias condiciones para elevar a una iglesia al rango de Basílica, entre ellas que sea un lugar con una constante actividad religiosa, sea lo suficientemente amplia, su valor histórico y que se venere a una imagen sagrada en una forma importante.
La leyenda
La leyenda cuenta que un indio de nombre José talló en madera la imagen de la madre de Jesucristo hacia 1600 para agradecer que salvó su vida en un ataque de la tribu rival en Kaa Kupé.
En el pueblo de Tobati ( cercano a Caacupé), fundado hacia el 1600, vivía un escultor guaraní de nombre José. Había sido convertido al cristianismo por los misioneros jesuitas Era un indio guaraní, converso de la misión franciscana de Tobatí, en una ocasión, al volver de las selvas del Valle Ytú con un gran trozo de madera de muy buena calidad, dijo que se había encontrado involuntariamente ante indios de la tribu mbayá (tribu que había decidido pelear contra la colonización española y portuguesa), a los que consideraba muy peligrosos. Dijo haberle prometido a la Virgen María que si los mbayás no lo atrapaban, esculpiría una imagen de ella y lo veneraría. Entonces dijo que se le apareció la propia Virgen María en persona, que le gritó en guaraní: ¡Ka’aguý cupe-pe!, que significa ‘¡[vete] detrás de los arbustos de yerba mate!’ (planta muy usada como infusión en Paraguay, y que es uno de los principales productos que exporta el país). El indio corrió, y encontró un grueso tronco tras el cual se escondió. En ese momento prometió que con la madera del árbol protector tallaría la imagen de la Virgen, si es que llega a salir con vida del trance. Efectivamente los mbayás siguieron de largo sin advertir su presencia, y el indio, agradecido, en cuanto pudo regresar, tomó del árbol la madera que necesitaba para esculpir la estatua de madera.
El tronco le alcanzó para esculpir dos estatuas; la mayor fue destinada a la Iglesia de Tobatí y la más pequeña la conservó el indio en su poder, para su devoción personal.
En la segunda parte de la leyenda, que sucede años después, la gran inundación que creó el lago de Ypacaraý amenazaba con destruir los poblados cercanos. Los frailes franciscanos, acompañados de los habitantes de la región, organizaron rogativas pidiendo la tranquilidad de las aguas. El padre Luis de Bolaños bendijo las aguas y —como cada año— éstas retrocedieron hasta sus límites actuales. Pero en esta ocasión apareció flotando la imagen de la Virgen, que los misioneros dijeron que era la de la misión de Tobatí, la misma que el indio desconocido tallara años atrás. Desde entonces el pueblo la llamó la Virgen de los Milagros.
El indio desconocido se había instalado con su familia en ese sitio. Construyó un humilde oratorio, en torno al cual, con el correr de los años, fue constituyéndose un poblado conocido primeramente como Los Ytuenses. Hacia 1765, la zona ya era conocida como el Valle de Caacupé. El 4 de abril de 1770, se toma como referencia para la fundación del pueblo de Caacupé.
El Santuario
La devoción a la Inmaculada Concepción de María se remonta ya al tiempo de creación del Valle de Caacupé, en torno a la pequeña capilla, que fue erigida en honor de esta advocación mariana, allá por el año 1769.
Tuvo como propulsor al Presbítero, Andrés Salinas, teniente cura de la parroquia de Piribebuy, en aquel tiempo.
En el año 1769 el sacerdote Andrés Salinas, impulsado por su fervor mariano y viendo la necesidad solicitó a las autoridades eclesiásticas erigir el oratorio del lugar en carácter de capilla donde se veneraría a la pequeña imagen de la Virgen.
El 1 de setiembre el obispo Juan Manuel de Espinoza accede al pedido nombrando al presbítero Andrés Salinas como Teniente Cura del “Valle de Caacupé” con sede permanente en el lugar. En el mismo año, el 6 de octubre, el sacerdote Salinas fue comisionado por el párroco de Piribebuy, Pbro. Gaspar de Medina, para solicitar en donación la imagen de la Virgen.
El 10 de octubre de 1769 se celebra la primera misa, la administración de los sacramentos y la asistencia espiritual a los matrimonios en la capilla denominada en ese entonces “Vice parroquial Iglesia de Nuestra Señora de los Milagros de Caacupé”.
Fue remodelada y ampliada en numerosas ocasiones, constituyéndose en Santuario Nacional. Nuestra Señora, la pura y limpia Concepción de Caacupé, es la Patrona del Paraguay. Su fiesta es el 8 de diciembre, y en esa ocasión el país entero peregrina a la casa de su Madre.
En 1945 comenzó la construcción del templo actual que guarda la imagen de la Virgen de los Milagros de Caacupé desde 1980.
Detrás del altar está la imagen de Nuestra Señora de Caacupé, a su derecha San José con el Niño y a la izquierda San Roque González de Santa Cruz, jesuita, el primer santo paraguayo canonizado.
En la Basílica hay un mirador. Al subir por las escaleras, a los costados hay una serie de pinturas que van mostrando distintos momentos de la historia de la Virgen de Caacupé.
Nuestra Señora de Caacupé
En Paraguay, la Virgen se manifestó como Madre protectora de los más humildes a través de esta advocación. Se le llama “Nuestra Señora de los Milagros de Caacupé”, “Virgencita de Caacupé”, “Virgen de los Milagros de Caacupé”, “Inmaculada de Caacupé”, “Virgen Azul de Paraguay” o, sencillamente, “María de Caacupé”.
La imagen es una hermosa talla en madera de delicado rostro ovalado y ojos azules; como la Inmaculada, une sus manos en oración sobre el pecho y su rubia cabellera le cae sobre los hombros.
La pequeña imagen mide solamente unos 50 cm, aunque hubo un tiempo en que, por darle un mayor realce que permitiera colocarle largos y vistosos mantos, se alargó desproporcionadamente su figura. Para corregir esto, las autoridades eclesiásticas decretaron se volviese a la proporción original de la imagen.
La Virgen de los Milagros viste una lujosa túnica blanca y lleva sobre sus hombros un exquisito manto azul celeste. La túnica y el manto, están cuidadosamente bordados en hilos de oro. La imagen está de pie sobre una esfera que se apoya en una gran media luna. María parece pisar una serpiente, alusión a los textos del Génesis y el Apocalipsis.
Simbolismo de la imagen
- Los tres círculos de estrellas, representan a María “Virgen antes, durante y después del parto”.
- Su rostro moreno es cruce entre la raza indígena guaraní y la raza blanca europea.
- La mirada maternal de la Virgen, cuida a sus hijos.
- La estrella brillante de la corona recuerda a María “Estrella de la mañana”: anuncia que la noche termina y amanece un nuevo día.
- El pelo largo que cae por la espalda es propio de la mujer aborigen.
- Ella viste una lujosa túnica blanca y lleva sobre sus hombros un exquisito manto azul celeste.
- El manto está adornado con figuras de la flor originaria de las zonas tropicales: “pasiflora”. Los aborígenes, en sus migraciones, reconocían la fertilidad de la tierra por la presencia de esta flor.
- La imagen de la Virgen está de pie, pisando una serpiente, sobre el globo terráqueo azul con tres estrellas doradas, y la cinta con los colores de la bandera paraguaya. El simbolismo es múltiple: por un lado, María vence a la maldad (la serpiente: figura mítica del mal que amenaza a la humanidad) y supera los ídolos paganos (las tres estrellas). Por otro lado, la cinta representa a María protegiendo al pueblo paraguayo.