PARTE 2
CIUDAD DEL ESTE (Salud, Carlos Roa) “Mediante este estudio in vitro se pudieron identificar ciertos genes y sus proteínas producidas, capaces de alterar o inhibir la replicación o el ciclo viral en estas tres etapas mencionadas: el proceso de entrada del virus, su replicación y el egreso o ensamble del mismo. Entre los candidatos que surgieron en esta investigación es la proteína BST2 que inhibe la última etapa de ensamble y salida del virus. En aquellos casos donde una ganancia de función de esa proteína, es decir que la célula sometida en laboratorio produce grandes cantidades de esta proteína, la salida del virus se ve disminuida sustancialmente”, analizó el investigador.
Poco después del inicio de la pandemia, la comunidad médica encontró que una respuesta débil de interferón a la infección por SARS-CoV-2, lo que resultó en algunos de los casos más graves de COVID-19. Este conocimiento llevó a los autores del estudio a buscar los genes humanos que son activados por los interferones.
Con base en el conocimiento obtenido de SARS-CoV-1, el virus que causó un brote de enfermedad mortal, pero relativamente breve, de 2002 a 2004, y sabiendo que era similar al SARS-CoV-2, los investigadores pudieron desarrollar pruebas de laboratorio experimentos para identificar los ISG que controlan la replicación viral en COVID-19.
“Descubrimos que los genes 65 ISG controlaban la infección por SARS-CoV-2, incluidos algunos que inhibían la capacidad del virus para ingresar a las células, algunos que inhibían la fabricación del ARN, que es la sangre vital del virus y un grupo de genes que inhibían el ensamblaje del virus”, explicó Sumit K. Chanda, profesor y director de Inmunidad y Patogenia Programa en Sanford Burnham Prebys y autor principal del estudio. “Lo que también fue de gran interés fue el hecho de que algunos de los ISG mostraron control de virus no relacionados, como la gripe estacional, el virus del Nilo Occidental y el VIH, que conduce al SIDA”, agregó.
“Identificamos ocho ISG que inhibían la replicación del SARS-CoV-1 y CoV-2 en el compartimento subcelular responsable del empaquetamiento de proteínas, lo que sugiere que este sitio vulnerable podría explotarse para eliminar la infección viral”, remarcó la doctora Laura Martin-Sancho, Ph.D., asociada postdoctoral en el laboratorio de Chanda. “Esta es información importante, pero aún necesitamos aprender más sobre la biología del virus e investigar si la variabilidad genética dentro de estos ISG se correlaciona con la gravedad de COVID-19”.
Como siguiente paso, los investigadores analizarán la biología de las variantes del SARS-CoV-2 que continúan evolucionando y amenazan la eficacia de la vacuna. “Es de vital importancia que no quitemos el pie del pedal de los esfuerzos de investigación básica ahora que las vacunas están ayudando a controlar la pandemia. Hemos llegado tan lejos, tan rápido debido a la inversión en investigación fundamental en Sanford Burnham Prebys y en otros lugares, y nuestros esfuerzos continuos serán especialmente importantes cuando, no si, ocurra otro brote viral”, deslizó Chanda. “Queríamos obtener una mejor comprensión de la respuesta celular al SARS-CoV-2, incluido lo que impulsa una respuesta fuerte o débil a la infección. Hemos obtenido nuevos conocimientos sobre cómo el virus explota las células humanas que invade, pero todavía estamos buscando su talón de Aquiles para poder desarrollar antivirales óptimos”, finalizó Chanda. Prada afirmó que en el estudio se puede ver que la ingeniería genética de la mano de la biotecnología realizada en laboratorio, permite estudiar cuáles son los genes involucrados en una respuesta natural antiviral que existe en los humanos. “De esa forma, identificando cuáles son los componentes principales que podrían alterar el ciclo viral en el modelo celular, uno puede pensar con esos resultados en una terapia antiviral génica que estimule o regule positivamente la expresión de algunos candidatos como el BST2 como inhibidor del ciclo viral dentro de estas células”, concluyó el experto.