SEGÚN UN ESTUDIO CIENTÍFICO EN EEUU

ANTES DE MORIR VEMOS A LAS PERSONAS QUE MÁS HEMOS QUERIDO

CIUDAD DEL ESTE (investigación, por Carlos Roa) El Dr. Christopher Kerr asegura que las personas a las que hemos queridos, incluso los que ya han fallecido, aparecen en nuestros sueños en los últimos momentos de nuestra vida. La muerte es un acto ligado irremediablemente a la vida, pero que en general las personas no sabemos cómo gestionar tanto si se trata de la muerte propia o de la de un ser querido. Esta certeza se ha evidenciado especialmente durante el último año a causa de la pandemia que ha impedido que muchas familias acompañaran a sus familiares en los últimos momentos de la vida. Ha sido una experiencia dura que ha hecho reflexionar a muchas personas acerca de cómo despedirse y cómo despedir.

En este contexto resulta interesante revisar los descubrimientos del doctor Christopher Kerr, de la Universidad de Buffalo. Kerr ha comprobado que la mayoría de los enfermos a los que ha tratado en la fase final de la enfermedad y a punto de morir suelen ver a personas que han querido a lo largo de su vida, algunas de las cuales pueden estar muertes. Esta característica incluye también mascotas y objetos físicos que han sido importantes durante la vida del paciente terminal. Kerr, junto a la profesora Carine Mardorossian, ha escrito un libro que refleja su larga experiencia e ilustra con ejemplos su descubrimiento.

El citado libro se titula Death is But a Dream: Finding Hope and Meaning at Life’s End (La muerte no es más que un sueño: encontrar esperanza y significado al final de la vida) y recoge numerosos casos de enfermos que afrontan los últimos días de su vida viendo a familiares y amigos que no están físicamente en el hospital.

Publicado en 2020, cuenta conmovedores sueños y visiones que aparecen en los últimos momentos de la vida. Estos sueños, según escribe el propio doctor Kerr, “ayudan a los pacientes terminales a reunirse con un sentido más auténtico de sí mismos, con las personas que han amado y perdido, aquellas que les traen perdón y paz”.

El origen del libro radica en una observación de una enfermera llamada Nancy que le contó al doctor que un paciente de SIDA de poco más de cuarenta años y con un pronóstico fatal, estaba soñando con su madre. Kerr admite que este suceso está en la génesis del libro y señala que “pongo de relieve la dicotomía entre una visión medicalizada de la muerte, que ve la muerte como una falla orgánica y un problema a resolver, versus una perspectiva más humanista que ve a la persona en su totalidad y, al hacerlo, también honra lo subjetivo, lo interno o las dimensiones experienciales de morir”. Y en declaraciones a un medio de la New York University añade que “esta última visión no solo es más completa, sino que también considera a la persona en su totalidad en el contexto de su vida. Morir desde este punto de vista es más que un tratado médico o una falla orgánica; es el cierre de una vida”.

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