TENDENCIA (Reflexiones, por Charly Friend) Mis amigos me preguntan cómo le hice para olvidarte tan rápido. Me cuestionan cómo pude dejar de amarte si eras mi vida entera. No entienden cómo es posible que no vuelva ni a mencionar tu nombre. A los dos segundos, contesto:
El amor muere cuando te traicionan, cuando te apuñalan por la espalda. La admiración por esa persona se va al fango. Se pudren los recuerdos bonitos cuando descubres el verdadero rostro de la persona, cuando ves su falsedad. El amor se transforma en asco al descubrir cada mentira. Te decepcionas tanto que pasas de amar a despreciar.
El amor puede sobrevivir a la ausencia, a la distancia, a la muerte, a la enfermedad, e incluso a la pobreza. Pero no sobrevive a las traiciones, a las mentiras, a las dudas, a la desconfianza, a la decepción profunda.
La traición es una daga que perfora el alma, una sombra que oscurece incluso los recuerdos más luminosos. El vínculo que alguna vez fue sagrado se convierte en una cadena oxidada, corroída por las mentiras y el engaño. Cada promesa rota es un ladrillo más en el muro que se levanta entre dos corazones que una vez latieron al unísono.
Los días se convierten en una lucha constante por entender cómo alguien a quien le diste todo pudo devolverte con traición. La confianza se disuelve como sal en el agua, y el dolor de la traición deja cicatrices profundas, difíciles de borrar. No es solo la infidelidad lo que mata el amor, sino la acumulación de pequeñas mentiras, los secretos escondidos y las promesas vacías.
El amor verdadero requiere una base de confianza sólida, y cuando esta se desmorona, todo lo demás se viene abajo. No hay espacio para la duda en un corazón que una vez fue entregado por completo. La traición no solo rompe el presente, sino que también reescribe el pasado. Los momentos felices se ven manchados por la sospecha y la amargura.
No se puede construir un futuro sobre los cimientos de la traición. La decepción es un recordatorio constante de que la persona en la que confiabas no era quien pensabas. Y aunque el corazón quiera perdonar, la mente no olvida. La seguridad y la paz se desvanecen, dejando espacio solo para la angustia y el recelo.
A veces, la única manera de seguir adelante es cerrar el capítulo, aprender de la experiencia y reconstruir los pedazos rotos de uno mismo. El tiempo, aunque no borra las cicatrices, permite que el dolor se atenúe y se convierta en una lección de vida. El verdadero desafío está en no permitir que la traición destruya la capacidad de amar nuevamente, de confiar y de abrir el corazón una vez más.