Un país donde la justicia es a la medida de las falquitreras, donde el pobre que robó una gallina es condenado a una cadena perpetua y aquel que tiene reservas en los bancos suizos o de plaza, las condenas son inverosímiles o incluso para no incomodarse por el calor o mala junta lo envían a sus casas.
La pobreza, la injusticia, la corrupción, la enfermedad, la ignorancia y la falta de oportunidades son los grandes enemigos que tiene el Paraguay y deben ser combatidos.
Existen compatriotas masterados y todavía tienen que mendigar un rubro a la hora de trabajar como funcionario público como es el caso del Ministerio Público o Poder Judicial. Una vez nombrados después de pelear por años, parecieran asustarse y empiezan a corromperse comercializando cualquier causa que deberían resolver en menos de 24 horas, que son encajonadas hasta que un abogado pasillero aparezca a sobornarlos.
La justicia paraguaya está muy lejos de aplicar la famosa frase de Ulpiano: “Justicia es dar a cada uno lo suyo”. En nuestro país es más “Dame lo tuyo y te dejo ir”. Mientras que al millonario empresario – estafador denunciado por su propio empleado, le dejan ir a reposar en su casa.