ES MEJOR PONER SAL EN UNA LATONA Y BAÑARSE EN LA SALADITA
CIUDAD DEL ESTE (realidad fatídica, por Carlos Roa) El sueño dorado de las vacaciones empieza en febrero, cuando uno comienza a ahorrar para cuando llegue diciembre, se frote las manos y ya esté preparándose para partir a una playa veraniega, más conocida como Camboriú, donde las imágenes o las postales emitidas por las agencias de turismo son realmente fantásticas. Una playa limpia, prolija, transparente, cristalina, nambrena loo y que los pobres vyros paraguayos piensan que esa imagen es una realidad. Pero sin embargo esto es como una imagen cuando uno está 15 días recorriendo el desierto de Sahara con la cantimplora agujereada y ni un puesto de coca cola por el camino. ¿Qué es lo que no ve? Y posiblemente Shakira con un paraíso en el frente, como diciéndote ven, soy toda tuya, un puro espejismo. Sin embargo, la realidad es totalmente diferente; agua sucia contaminada con escombros humanos, con residuos de aceite de buques, una ciudad que con una llovizna hasta la quinta avenida queda inundada, servicios de gourmet a la bartola, caros y con reproducciones argeladas por parte de los atendientes, como diciendo comé si querés, y si no querés te jodés, paraguayito. Y es por tal motivo que muchos veraneantes que van a Camboriu regresan destrozados como la Europa de la segunda guerra mundial, a raíz de los múltiples problemas y sinsabores que registran durante su estadía en esta famosa playa brasileña, pero que resulta en una decepción para la mayoría que tuvieron el desagrado de pasar por ella.
Pero bien, esto es ventaja solamente para las agencias de turismo y aquel ciudadano paraguayo que cree que haber vacacionado en Camboriu lo convierte en un jeque de Dubai o que piensa que es el hijo de Marito en la Cimefor con aire acondicionado. Realmente esta playa y algunas adyacentes a esta son sucias, uno va porque nunca salió de la burbuja paraguaya, donde también lugares muy hermosos para vacacionar. Una de ellas en el segundo departamento San Pedro, donde existe un lugar paradisiaco que se llama Laguna Blanca, donde no llegan buques a desperdiciar ni tirar en el agua los guanos que defecan los marinos también no hay lanchas que desahogan el aceite en la laguna. Tal vez la atención todavía no sea prolija, pero quién sabe en breve el propietario ponga más énfasis y haga de este lugar como si fuese Fernando de Noronha, playa brasileña donde la belleza comienza en la V y termina en la A. pero si tanto los paraguayos quieren bañarse en agua salada, les sugerimos una playa re purete, comprar una latona bien grande, poner diez kilos de sal, revolver bien y tirar a bañarse. Gasta menos, come lo que quiere en su casa y Camboriú que se vaya a la punta del Este.