CIUDAD DEL ESTE (Reflexión) “En el 79 Olimpia salió campeón de la Copa Libertadores y de la Intercontinental, y yo ese mismo año me fui a probar al club. Tenía 13 años y, cuando llegué, el DT, un uruguayo que no voy a nombrar, me preguntó en qué puesto jugaba. Me puso veinte minutos y cuando terminamos, me dijo: ‘Chilavert, por favor no venga nunca más, como usted tengo miles acá, no me haga perder el tiempo’. A la salida, mi padre me preguntó qué me había dicho. ‘Que soy un desastre’, le contesté”.
“Volví a mi ciudad, a Luque, donde había cinco arqueros. Caminaba 7 kilómetros para llegar al club porque no tenía para el pasaje. El primer día fui suplente, al segundo no había arquero, estaba yo solo, y quedé titular para mi categoría, a una semana para fichar. Así empezó todo. Muchos años después, cuando llegué a Peñarol (2003), tomé un taxi en el aeropuerto. ‘Hola, Chilavert, ¿usted se acuerda de mí?’, me preguntó el chofer. Lo miré bien y dije: ‘¡cómo me voy a olvidar de su cara! Usted fue el hombre que tuvo una visión terrible hacia mi persona, pero mire: usted es taxista y yo sigo jugando al fútbol’. Manejó todo el camino sin hablar. Nunca trates mal a un chico, porque jamás lo olvidará. Y si te cierran la puerta en un lado, hay que probar en otro. La vida es un círculo”.
– José Luis Chilavert, nada más para agregar.