(Primera Parte)
CIUDAD DEL ESTE (tendencias, por Carlos Roa) Agitador antisemita, Bernhard Förster quiso crear una colonia aria junto a Elizabeth Nietzsche y enfrentó los reparos del célebre filósofo, cuyo ideario sería resignificado después de muerto por su hermana. El 3 de junio de 1889, un hombre llamado Bernhard Förster, que había instalado en el Paraguay profundo una colonia de alemanes, mezcló morfina con estricnina en una habitación de un hotel de la ciudad paraguaya de San Bernardino. Tenía 46 años y acababa de fracasar su proyecto de una colonia aria con la que se proponía germanizar el territorio guaraní. Su viuda, Elizabeth, divulgó que Förster, uno de los más connotados agitadores antisemitas de Alemania, había fallecido de muerte natural. Los diarios de la época se encargaron de confirmar que se había suicidado. Elizabeth debió afrontar las deudas que había generado el sueño racista de su marido y volvió a Alemania, donde se hizo cargo de su hermano Friedrich, que había sufrido un colapso mental en enero de 1889 y no se pudo recuperar hasta su muerte. Elizabeth Förster, cuyo apellido de soltera era Nietzsche, pasó a encargarse de la edición de la obra filosófica en alemán más influyente de finales del siglo XIX. Un sueño Nazi que fue sembrado en el Paraguay, pero que no germinó, afortunadamente.
Los vínculos post-mortem de Friedrich Nietzsche con el nazismo y el antisemitismo se debieron en gran medida a Elizabeth, que compartía el ideario racista de su esposo. El antisemitismo se expandía por los países de Europa Central en las últimas décadas del siglo XIX e impregnaba hasta la música. Richard Wagner escribió un panfleto titulado El judaísmo en la música, con el que se proponía demostrar que los judíos habían envenenado la música alemana. Sus óperas planteaban la unidad de los diversos estados alemanes en una sola y poderosa expresión política y reivindicaban la germanidad.
Un joven Nietzsche comenzó a frecuentar a Wagner. Alabó la tetralogía El anillo del Nibelungo, que desde la mitología plantea la formación de Alemania. Pero en 1878 se distanciaron. Un poco porque al compositor no le agradaba su comportamiento (llegó a recomendar al filósofo que dejara de masturbarse); otro tanto porque Wagner le había dado a leer el libreto de Parsifal y Nietzsche se horrorizó con el argumento del Santo Grial al servicio de la mitología cristiana. Sus últimos textos antes de caer en la locura fueron dedicados a refutar las ideas wagnerianas.
Ambos, Wagner y Nietzsche, habrían de tener parientes políticos de indisimulable ideología racista. Eva, la hija de Wagner, se casó con Houston Stewart Chamberlain, un filósofo inglés que llegó a plantear el supremacismo ario y se codeó con el incipiente nazismo (murió en 1927 y Hitler fue a su funeral); mientras que Elizabeth Nietzsche se convirtió en la señora de Bernhard Förster en 1885. Förster, maestro de escuela nacido en Sajonia, había juntado unos años antes firmas para que el canciller Bismarck expulsara a los judíos de Alemania. Su antisemitismo le costó el cargo de profesor en Berlín. Se decía que a su organización, la Liga del Pueblo Alemán, la financiaba la nobleza húngara. “Cuando la nobleza más degenerada del mundo, la húngara, pertenece a un partido, entonces puede decirse que todo está perdido”, le escribió Nietzsche a su hermana.
Todavía no se habían casado cuando Förster viajó a América del Sur en febrero de 1883. Parecía que se alejaba de Elizabeth, que no habría matrimonio y, más importante para Friedrich, su hermana no se sumaría a la causa del antisemitismo. El agitador había decidido que, si Alemania no se libraba de los judíos, él crearía una utopía germana de raza aria. Aun hoy no queda claro por qué consideró que el reservorio de la germanidad iba a ser en la selva paraguaya. Algo es seguro: Paraguay todavía afrontaba, más de diez años después de su derrota militar, las consecuencias de la guerra de la Triple Alianza. Era un país diezmado, que había perdido gran parte de su población masculina y cedía tierras a extranjeros, a fin de generar divisas.