CIUDAD DEL ESTE (Realidad Fatídica, Carlos Roa) En el pasado, tener un título universitario significaba lo máximo de la educación y la cultura, los universitarios eran escuchados, admirados y tenidos en cuenta pues se suponía que estos tenían una sapiencia superior, o por lo menos tendrían un punto de vista distinto al común de la gente. Este concepto hacia los universitarios se ha ido degradando a tal punto que hoy día recibirse de una carrera no significa nada, tanto es así que tenemos montones de ingenieros, licenciados, abogados, arquitectos, diseñadores y un largo etcétera trabajando como cajeros, secretarias, cobradores, cocineros o cualquier otra labor de servicio, donde no se precise el ingenio, el talento y la destreza de un profesional recibido sino que con conocer el oficio alcanza.
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Esto se debe directamente al valor perdido hacia las universidades, que se propagan como hongos, sin habilitación, con carreras para las que ni siquiera hay campo en el país, o donde reina la mafia y uno sabiendo que tiene el poder adquisitivo suficiente en los bolsillos podrá adquirir un título, o si quiere y puede, varios títulos, mientras pueda pagar por ellos e incluso hacer el camino más corto para culminar la carrera. En cualquier universidad privada esto cuesta muchísimo dinero, hay que pagar mensualidades, derechos a exámenes, capacitaciones, pasantías, tesis, como mínimo, y otra vez cada universidad inventa el campo que quiera exigir a sus alumnos para recaudar un poco más, todo esto sin garantizar una instrucción o conocimiento real, el título final es auténtico, pero no garantiza que el recién recibido tenga las destrezas y habilidades que el mismo representa.
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Y luego está el otro triste caso, donde los alumnos realmente van con la ilusión de aprender, de progresar, de superarse, sueñan y anhelan ser parte de la élite de universitarios capacitados, exitosos y reconocidos que comentábamos al inicio era el concepto original. Sin embargo al salir al mundo real, luego de muchísimo sacrificio donde ellos realmente se quemaron las pestañas para cumplir con lo programado y no recurrieron a la practicidad del efectivo sino que sudaron la gota gorda haciendo sus trabajos, estudiando y cumpliendo con los requisitos impuestos por la universidad, al momento de buscar un trabajo se encuentran con la situación de que Menganito o Sultanita, han conseguido el puesto laboral gracias a los amigos, o los padrino$$, y si es alguna cuerona, probablemente tuvo que dejar hasta el asterisco con tal de llegar y permanecer en el puesto.
Esto no es una novedad, y tampoco es un invento, solo un recuento de qué y cómo se ha perdido el valor de ser un universitario o de tener un título universitario, recordemos al Diputado Portillo quien tenía varios títulos en su haber pero ninguno le otorgaba la credibilidad de sus capacidades y conocimientos, o lo que ocurrió recientemente en Tesai, donde una joven recién recibida fue nombrada en el más alto cargo y aunque esta vez fue rápidamente destituida del puesto por ser extrema la caradurez del nombramiento, quedó marcada la joven, con sus fotos en bikini recorriendo las redes sociales y todos señalando que culminó su carrera en una universidad que de público conocimiento, no estaba habilitada. Hay muchos otros con perfiles más discretos que se encuentran rascándose las bolas e inflando sus bolsillos en las binacionales por ser el hijo, sobrino, ahijado o paquita de alguien, en las municipalidades por ser un adepto de tal o cual partido y un interminable etcétera, con miles de ejemplos que ya sabemos.