CIUDAD DEL ESTE (tendencias, por Carlos Roa) Relato de una divorciada y un separado relato de la ruptura de un matrimonio, ya sea por motivos de infidelidad, de ya no te quiero más, me gusta más tu primo, las curvas que tiene la vecina, y así por delante. Hablando con uno de ellos, tanto como la fémina, dijo “me acostumbré a ocupar toda la cama al dormir, a no cocinar los domingos y a volver a la hora que me da la gana. Me acostumbré a no dar explicaciones y hacer lo que me gusta sin que nadie me critique. Me acostumbré a comer a la media noche y a ver mis programas favoritos, a cantar en voz alta y bailar por toda la casa. Me acostumbré a recibir llamadas a cada rato y contestar mensajes muy tarde, a salir con amigos y viajar uno que otro fin de semana. Me acostumbré al olor del café por las mañanas y a caminar descalza por el jardín, a tardar cuando me toca arreglarme y sin que nadie me esté llamando con el famoso epíteto apuraaaate, a cancelar citas a último momento sólo porque sí.
Me acostumbré a mi, a mis cosas, a mi vida, a estar sola… Y es simplemente maravilloso, es la reflexión de una mujer separada. Sin embargo, algunos hombres relatan esta versión, yo sin embargo me siento libre para elegir de ahora con quién voy a la cancha, sin que la patrona me diga vení rápido no vayas a tomar mucho. Y también ya no escucho más aquel epíteto dicho por los compañeros lorito ogaaa, pero sí les digo y les cuento no es tan fácil, nos hacemos los machotes, pero cuando amanece las 5 de la madrugada de un día domingo, despertamos con una tensión de 250 voltios, queriendo encontrar un lugar donde ahogar mis deseos, un alguien donde puedo acariciar su cuerpo, un panorama de una ropa íntima chiquita que cubre aquel cuerpecito de la que antiguamente era mi mujer y hoy se esfumó, no hay ese cuerpo. Y allí mi mente viaje a miles de kilómetros y se pregunta por qué te separaste, donde está ella, y ese es el martirio que cada día nos consume a los divorciados.