El campesinado paraguayo se encuentra afectado por un contexto de clara violencia estructural, esto es, por sistemas sociales, económicos y políticos que institucionalizan relaciones perjudiciales para campesinas y campesinos: son víctimas de explotación, de abuso de posiciones dominantes en el mercado y de dependencia económica, de envenenamiento, maltratos, discriminación, criminalización, asistencialismo y utilización electoral. Las comunidades campesinas no solo se ven presionadas por el agronegocio, sino que las instituciones estatales también forman parte de los mecanismos que las dañan, tanto a través de omisiones como de acciones, violando obligaciones jurídicas en todos los casos. Tenemos muchos casos en donde poderosas empresas que fundamentan sus imperios en el negocio agrícola, bajo el engañoso rótulo de ofrecer “ayuda” a pequeños productores, más bien se dedica a la explotación sistemática de los campesinos paraguayos, convirtiéndolos en esclavos que trabajan casi gratis, o solo para dar el sustento diario a sus familias, como empresas de plantaciones de tabaco, cuya historia contaremos más adelante.
Para el filósofo Ferdinand Lasalle, la verdadera Constitución de un país reside en los factores reales y efectivos de poder que rigen en esa sociedad, entendiendo a los factores de poder como las fuerzas activas que definen las instituciones jurídicas. Cuanto más alejada estaba la Constitución escrita de los factores reales de poder, más se reducía a ser una simple “hoja de papel”. Conforme a la experiencia, consideraba que el poder siempre se impone sobre el derecho, salvo que éste se fortalezca lo suficiente para evitar la arbitrariedad. El pueblo organizado debía consolidarse y convertirse en un factor real de poder para llegar a gozar de un orden social con reglas que lo favorezcan.
Desde el saber constitucional contemporáneo se ha buscado fortalecer el valor de la Constitución como norma fundamental del Estado de derecho y se ha efectuado para ello un aporte clave con el desarrollo de la perspectiva garantista. Ésta resalta la necesidad de mecanismos que aseguren la efectividad de las normas jurídicas constitucionales. Sin embargo, el caso de Paraguay se asemeja cada vez más a la dinámica descripta por Lasalle hace 150 años, ya que aquí el poderoso es rey y los campesinos, o ciudadanos de segunda, son los vasallos, condenados a vivir en la miseria y con el Jesús en la boca, ya que no saben si al día siguiente habría o no el pan en la mesa. Sin acceso a educación, salud, vivienda y empleo dignos, estos ciudadanos viven en el país “de papel”, el Paraguay creado por grandes déspotas, quienes con reglas escritas en cartulinas avasallan, sojuzgan y oprimen la voluntad del pueblo paraguayo.