El campesino paraguayo, una especie en extinción

Manifestación del campesinado paraguayo en contra de la destitución del ex presidente Fernando Lugo, el único que defendía los intereses de los labriegos paraguayos.
Manifestación del campesinado paraguayo en contra de la destitución del ex presidente Fernando Lugo, el único que defendía los intereses de los labriegos paraguayos.

La apertura de Paraguay a los ‘agronegocios’ expulsa a indígenas y campesinos de sus tierras, por lo que hay comunidades enteras al borde de la extinción Paraguay, uno de los países con la mayor desigualdad en la distribución de la tierra del mundo, ve desaparecer sus bosques autóctonos devorados por plantaciones de soja transgénica. La expansión de estos cultivos, que han convertido al país en sexto productor y cuarto exportador de soja del mundo, ha provocado una expulsión de comunidades indígenas y campesinas de sus tierras, al grado de que la agricultura tradicional, sello de identidad de nuestra nación, está al borde de la extinción. La tierra es la mayor fuente de riqueza del país, en manos de un puñado de latifundistas. Irónicamente es en el campo donde se concentra la mayor pobreza.

Durante la gestión del presidente Fernando Lugo, este intentó ‘meter en cintura’ a las grandes trasnacionales involucradas en estos cultivos, y a esa razón se le atribuye el hecho de que fuera orquestada su destitución.

Hoy día, existe un proceso de criminalización del reclamo campesino, de la lucha social, muy fuerte. La expansión de la frontera agropecuaria sigue pujante, expulsando a diario a familias campesinas que terminan deambulando por el país. El que tiene un poco de dinero en el bolsillo emigra, sale del país. La falta de apoyo al sector rural por parte del Estado y la expansión de los agronegocios ejercen una enorme presión. En este momento la población rural paraguaya es anciana. Son familias compuestas por ancianos y sus nietos porque la población joven, de entre 25 y 35 años han emigrado casi todos a Argentina y a las grandes ciudades.

Estos poderosos latifundistas, asociados a sus amigos politiqueros, viven y se benefician de un sistema feudal de control territorial y social. Paraguay no vive un capitalismo salvaje, Paraguay vive el salvajismo del feudalismo de siempre. Es gente que no piensa en realidad ni en el futuro de su predominio. Esa oligarquía arcaica está cavando su propia tumba al apostar por la ganancia a corto plazo. Está vendiendo las tierras que controla, está abriéndoles espacio a las multinacionales y a otros inversionistas que vienen a buscar oportunidades en el país.

Paraguay es parte de lo que Syngenta definió como ‘las repúblicas unidas de la soja’. La agroquímica multinacional hizo un mapa que iba desde el Río de la Plata, pasando por el sur de Bolivia, abarcaba todo Paraguay, tomaba gran parte del estado de Sao Paulo hasta Río Grande do Sul en Brasil, para después incluir a Uruguay y Argentina. Abarcaba unos 600.000 kilómetros cuadrados. Paraguay está en el centro y el 90% del valor de las exportaciones paraguayas corresponden justamente a soja y carne.

Por eso, la propia identidad nacional del Paraguay está al borde de la extinción. Las últimas comunidades indígenas, y la población campesina se encuentran bajo tal presión que se encuentran a punto de desaparecer. La población económicamente activa que tendría que haber relevado a las generaciones mayores ya abandonó el campo. Se ha perdido la oportunidad de transmitir todos los conocimientos hábilmente de una generación a otra. De ser un país productor de una gran variedad de alimentos y de manera históricamente autosuficiente y abundante el país ahora exporta casi el 60% de los alimentos de origen vegetal que produce. Es una situación muy problemática y el riesgo no es sólo la precariedad económica, sino que toda la propia identidad cultural paraguaya está en riesgo de extinción.

Deja un comentario

%d