COMODIDAD Y PASIVIDAD IMPIDEN ROMPER PARADIGMAS Y ESQUEMAS

El esclavo moderno y

los grilletes mentales

Es lo que ocurre en nuestro país, somos esclavos de los gobiernos corruptos y sin – vergüenzas, que nos manejan a gusto y paladar, sin que siquiera nos damos cuenta, convirtiéndose en títeres de estos mequetrefes empotrados en las esferas del poder.
Es lo que ocurre en nuestro país, somos esclavos de los gobiernos corruptos y sin – vergüenzas, que nos manejan a gusto y paladar, sin que siquiera nos damos cuenta, convirtiéndose en títeres de estos mequetrefes empotrados en las esferas del poder.

Planteando un absurdo con cierta ironía, diríamos que lo peor que le podría pasar a un esclavo es sentirse satisfecho con la vida que está viviendo y con el trato que le ofrecen. Este tipo de satisfacción paradójica, que en la cultura actual es propia del neurótico adaptado, no piensa ni prevé el futuro y reduce la vida a la satisfacción inmediata de lo cotidiano. Es lo que ocurre en nuestro país, somos esclavos de los gobiernos corruptos y sin – vergüenzas, que nos manejan a gusto y paladar, sin que siquiera nos damos cuenta, convirtiéndose en títeres de estos mequetrefes empotrados en las esferas del poder.

Lo que define a un ciudadano esclavo no son sus cadenas físicas ni la imposibilidad de moverse de un lugar a otro sin previa autorización. Exagerando más, tampoco los latigazos pasarían a constituir el componente más importante de la condición de esclavo. Somos esclavos satisfechos porque no tenemos las agallas, somos cobardes, que no salimos a la calle a cerrar, a parar el país para que nos atiendan como deben, con nuestros derechos, mientras ellos despilfarran dinero en amantes, planilleros, vyroreí, celebraciones amañadas con gastos inflados, en fin, asesores de miércoles que no sirven de nada, y un Congreso lleno de mequetrefes que no tienen la sapiencia de hacer proyectos, siquiera para combatir el dengue, mucho menos zika y chikungunya, porque son unos vividores, sanguijuelas y sobre todo, cínicos y canallas.

Por eso, el problema del esclavo no radica en las formas situacionales en que pasa cada hora del día en términos de maltrato, sino en una matriz de pensamiento que le impide cuestionar su estado de sumisión. Esto lo conduce a aceptar las condiciones en que vive con pasividad resignada y sin iniciativa para cambiar su estado. Pero si a ello se agrega un estado de satisfacción por el bienestar aparente que le ofrecen, el esclavo paraguayo está condenado de por vida. Él mismo decidió engrillarse mentalmente.

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